Hay un hombre en España que lo hace todo y su nombre es Alejandro G. Calvo. No tenemos pruebas pero tampoco dudas de que el célebre crítico de cine ha logrado dar con una fórmula mágica que le permite estirar la duración de los días. Si no, no se explica. Como cerebro y cara visible de Sensacine, le vemos periódicamente poniéndonos al día en materia de novedades audiovisuales con sus video-reseñas, aleccionándonos sobre la valía en detalle de ciertos clásicos a reivindicar de la mano de sus retrocríticas, resolviendo las dudas más disparatadas de sus seguidores en un consultorio a la vieja usanza y diseccionando en impecable compañía las bondades de icónicos títulos para su espacio “Tarde de Perros”. Por supuesto, tampoco hay “sarao” en la industria que no goce de su presencia, y por si fuera poco, acaba de estrenarse en el formato podcast con “Otra Ronda”. ¿Algo más?
Sí, en efecto. Además de seguir dándonos argumentos de peso para considerarle una de las figuras clave de la divulgación cinéfila actual, en los últimos meses Álex también ha sacado tiempo de debajo de las piedras para publicar su segundo libro, “¿Por qué tengo que ver esta película?”. Un ensayo que parte de una prerrogativa bien actual: la optimización de nuestra atención y la búsqueda de la calidad en favor de la cantidad. Y es que tal y como afirma la faja que envuelve el volumen editado por Temas de hoy, “el cine es infinito, pero nuestro tiempo no”.
Distinguir el grano de la paja puede convertirse en ocasiones en una tarea ardua, incluso para el más ducho de los prescriptores. Pero más allá de sus sobradas tablas en la materia, lo que convierte a Álex en un serpa de confianza en esta labor es su deliciosa habilidad para vendernos una película, apreciando los pormenores de la misma desde la más entregada admiración. Valiéndose de un bien cada vez más escaso, como es ese buen rollo suyo tan natural, “¿Por qué tengo que ver esta película?” es una suerte de apuesta a tiro hecho que su abajo firmante nos propone como punto de partida para acercarnos a los distintos e inescrutables caminos que la historia del cine posee: desde “13 películas para abrazar el cine español” hasta “5 obras cumbre dirigidas por mujeres”, pasando por “3 películas de John Ford” o “10 films para dejar de tener miedo al terror”.
Lejos de la imposición de un criterio único, Alejandro nos sugiere estos (y más) desvíos como paso previo a descubrir el cine por nuestros propios medios, sin más pretensión que la de ayudarnos a ampliar el foco, contagiarnos de su envidiable entusiasmo y extraer una práctica satisfactoria, incluso de las decisiones menos acertadas. Poco importará el nivel de erudición del que parta el lector, si se conocen o no todos los títulos sugeridos, o incluso si se está de acuerdo o en desacuerdo con su opinión sobre estos (aunque ya advertimos que el bueno de Álex es capaz de llevarnos al huerto y sacarnos de nuestra terquedad con sus entrañables embauques). Ante todo, lo que en estas páginas prima es la intención de un autor, sin ínfulas y con corazón, por invitarnos a ceder a terceros el testigo del amor por el celuloide. Porque como tantas otras cosas en la vida, el cine es más grande cuando se comparte.
Este es un libro para todos. El legado escrito de un devoto del séptimo arte con un hambre de vida que enamora. Exento de prejuicios y ajeno a la división entre alta y baja cultura. Un bálsamo de ilusión y humanidad en medio de este áspero negociado, el de la crítica cinematográfica, que con tanta frecuencia parece olvidarse del lujo que sigue suponiendo sentarse frente a una (gran) pantalla.
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