“No me senté y pensé: escandalicemos a la gente. Tan solo pensé: esto es interesante, me pregunto qué pasaría si…”. Es una frase que resume muy bien la filosofía vital y creativa de Genesis P. Orridge, quien siempre apostó por probaturas divergentes no tanto por epatar como por explorar terrenos baldíos. Su obsesión por “cortocircuitar el control”, aquel consejo que le dio William Burroughs. Y lo llevó a su extremo: lo no binario era para él algo que iba mucho más allá del género sexual para extenderse a cualquier faceta del arte o de la propia vida. Estas memorias, originalmente publicadas en 2022 y traducidas al castellano en 2023, difícilmente hubieran salido adelante sin el impulso de su hija Caresse, ya que el artista británico las dejó inconclusas cuando falleció de leucemia el 14 de marzo de 2020 (sí, el día en que aquí nos recluíamos en nuestras casas).
Sus recuerdos en negro sobre blanco llegan hasta 2008, pero lo fundamental está aquí. Su trayectoria al frente de COUM Transmissions, Throbbing Gristle y Psychic TV, su rol como precursor del rock industrial, sus complejas relaciones de pareja con Cosey Fanni Tutti, Paula (madre de sus dos hijas) o Lady Jaye (con quien acordó varias operaciones estéticas en paralelo para acabar pareciéndose mutuamente en su apuesta pangénerica: ella murió en 2007 de un ataque al corazón), su relación con William Burroughs o Timothy Leary y, por supuesto, aquella polémica entrega de “La edad de oro” que provocó el cierre del programa de Paloma Chamorro en 1985. Son 472 páginas que ponen a prueba el chispeante buen pulso narrativo de su autor, un dechado de memoria para todo lo que se debe haber metido entre pecho y espalda, en las que destripa los pormenores de su condición de expatriado a la fuerza, perseguido por las mentes (y las leyes) biempensantes. Es tanto una autobiografía como un manifiesto.
Personalmente, lo que más me ha sorprendido – también le ocurrió a su hija – es saber de su estrecha relación con Ian Curtis hasta el mismo día antes de su suicidio. Compartían admiración por Sinatra y un marco mental muy similar. Ni sus respectivas bandas de entonces (Throbbing Gristle y Joy Division) ni personajes como Tony Wilson salen bien parados de la remembranza.
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