La idea que ha dado lugar a "Maestro Scorsese. Retratos de un cineasta americano" es, como mínimo, curiosa: un grupo de directores y directoras españoles recorren con visiones personales, película a película, toda la carrera de Martin Scorsese. Sin embargo, no tardamos en darnos cuenta de que ser un creador más o menos capacitado no te convierte, automáticamente, en un buen crítico de cine y, desde luego, un ensayista acertado. El conjunto de textos resulta muy desigual, y en muchos casos nos hablan más de sus autores que del genio del séptimo arte al que supuestamente homenajean.
Hay excepciones, por supuesto: el artículo de Eduardo Chapero-Jackson sobre “Italianaamerican”, un documental de Scorsese centrado en sus raíces familiares y bastante ignoto incluso entre cinéfilos, es tan certero como apasionante; la reivindicación de María Ripoll de “Alicia ya no vive aquí” destila emotividad; y también habría que citar cómo Jorge Torregrosa funde biografía y análisis cinematográfico en el capítulo sobre “New York, New York”, y el excelente estudio de “La edad de la inocencia” de Fernando González Molina. Pero, por el otro lado, tenemos errores de bulto, como cuando Agustín Díaz Llanes alaba, escribiendo sobre “Infiltrados”, “el guion de William Monahan (basado en la novela de Dennis Lehane)”, lo que demuestra, para empezar una falta de revisión de los textos, porque difícilmente ningún conocedor de la obra de Socrsese ignora que en realidad es un remake (inferior al original) de uno de los clásicos del cine negro hongkonés, “Infernal Affairs”, de Andrew Lau y Alan Mak.
Luego encontramos ciertas afirmaciones un tanto desconcertantes: “Travis Bickle, el protagonista de 'Taxi Driver', parece un tipo atractivo, enérgico, dinámico y luminoso” (Mariano Barroso) –¿en qué momento de “Taxi Driver”?– o con quien prefiere hablarnos de la película que hubiera preferido ver, en lugar de aquella que existe, como Inés París acerca de “El tren de Bertha”. Aunque, sin duda, lo peor del libro son aquellos textos tan anodinos que da la impresión que su perpetrador se ha limitado a salir del paso: por ejemplo, Cesc Gay sobre “Malas Calles”.
Tal vez llegamos a la conclusión de que los directores no son necesariamente los más adecuados para escribir de cine; y que la función iluminadora de un buen crítico no es tan superflua como podría parecer.
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