Los niños están mirando

Pues va a ser que lo de más vale tarde que nunca sea la frase más aplicable al hecho de poder ver cómo las novelas de Laird Koenig comienzan a ser editadas en nuestro país tras medio siglo de espera. Si hace unos meses salivábamos relatando las excelencias de “La chica que vive al final del camino”, hoy toca hacerlo de su primera novela, publicada originalmente en 1970, en la que contó con la ayuda de Peter L. Dixon. Y lo que nos vamos a encontrar en estas páginas es ni más ni menos que el reverso oscuro de las sensaciones vitalistas y veraniegas siempre asociadas a California.

Con el fin de armar una intensa sensación a este respecto, Koenig nos adentra en las vidas de cinco hermanos que se han quedado solos en casa durante la última semana del verano. Una base tan simple a primera vista es la que el de Seattle también gestó para su siguiente novela, de la que hablábamos más arriba. En dicha ocasión, la protagonista también era una niña sola en casa, a merced de toda clase de peligros aterradores alrededor de su hogar.

Para esta ocasión, el hecho de que sean cinco niños, multiplica el terror y la tensión creciente de forma asfixiante. Todo un tour de forcé maquiavélico en el que los hermanos Moss son objeto de toda clase de visitantes, a cada cual más horrible, rondando su casa. La misma de la que han hecho un fortín para preservarse de los peligros que los acechan, ya sea desde la policía hasta los vouyeurs que se entrometen desde la distancia en sus vidas, pasando por un violento contexto hippy en el que no falta la sombra del Satanic Panic.

Al igual que sucedía en su posterior novela, Koenig se las ingenia para edificar una oda al terror típico de los años setenta, donde el peligro se hace carne a través del misterio urdido en torno a un elenco de personajes imprevisiblemente disfuncionales. Seres atraídos de un agujero negro de locura y perversión a los que la progenie de la pareja de actores Moss se van a tener que enfrentar a lo largo de esta novela, inmensa en su escalada progresión hacia el pánico. Lo que la convierte en un clásico indiscutible del género, a la vez que pasa por ser un reverso oscuro de la generación de la violencia de aquellos años, comandada por Sam Peckimpah.