Lo primero que llama la atención de esta edición en castellano del libro de Nikki Sixx es el mimo con el que está hecha. Magníficamente editada con sobrecubierta, tapa dura y páginas en brillo a todo color de alto gramaje, resulta imposible no recomendar su compra para todo el que valore el libro como objeto. Lo que contiene tampoco está nada mal. Es la traducción de la edición conmemorativa del décimo aniversario de la primera salida a la venta, allá por 2007, con una nueva introducción y un epílogo adicional en los que el bajista y líder de Mötley Crüe nos habla de la repercusión y el efecto terapéutico que el libro ha tenido sobre su vida y su obra posterior.
Manteniendo el carácter de totum revolutum de textos, ilustraciones, fotografías y retazos de poemas y letras inéditas, el grueso de la obra se construye en torno a dos grandes pilares. Por un lado están los diarios en los que Sixx relata el día a día de un yonqui con suficiente dinero como para mantener una adicción tan voraz que le lleva a quedarse sin venas donde inyectarse (obligándole a recurrir a zonas del cuerpo que incluyen todas esas partes innombrables en las que estás pensando), y donde la locura y el aislamiento son evidentes efectos secundarios. Mientras tanto, nuestro protagonista divaga sobre las distintas formas de mantener su drogadicción o intentar abandonarla, al tiempo que deja entrever su egolatría y su misoginia. Al final, sin pretenderlo, normaliza los excesos y caprichos absurdos del típico producto de la industria discográfica de los pomposos años ochenta del pasado siglo, cuando el dinero procedente del mundo de la música rock parecía un flujo inagotable.
Pero la otra base sobre la que se sustenta la obra es la que realmente convierte a este en un libro a destacar. En ella, el periodista Ian Gittins va tejiendo una red de declaraciones (a cargo de familia, músicos, compañeros de viaje y demás allegados) con la que conforma una completa biografía y, más que eso, un retrato conciso y minucioso de la personalidad y los orígenes del músico. Mientras Sixx ofrece unas pocas líneas por día durante un año (1987) entregado al consumo de heroína, cocaína y alcohol en cantidades industriales, Gittins escarba hasta llegar a las verdaderas raíces del personaje.
Tras devorar sus más de quinientas páginas es recomendable regresar a “Los trapos sucios”, la autobiografía del grupo o al visionado de “Dirt”, el fallido intento de llevar esta a la pantalla. Todos ellos son diferentes muestras de un mismo tapiz a través del que observar hasta dónde pueden llegar las consecuencias de ser una rock star entregada con demasiada convicción a la perversa mitología sobre la que se sustenta el gran circo del rock and roll.
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