El periodista musical Rob Harvilla comenzó a exprimir la idea de desgranar canciones de los noventa en su podcast “60 Songs That Explains The 90’s”, iniciativa que, después de un buen número de capítulos, terminó derivando también en el presente libro. Un volumen en el que el autor divaga en diferentes direcciones, tomando como punto de partida una pieza musical de la década sin que cualquier límite de rango o estilo suponga impedimento para la elección. De hecho, el norteamericano agrupa las canciones en torno a capítulos tan variopintos (y de libre interpretación) como “Villanos+Rivales”, “Romance+Sexo+Inmadurez”, “Las mujeres contra las mujeres del rock”, “Carambolas+Reapariciones+Raritos del copón” o “Mitos contra mortales”.
El resultado es la visión desprejuiciada de un tipo inteligente, avispado e irónico, pero también algo pedante y resabido. Ese contraste es, en realidad, parte de la gracia del asunto (y, en efecto, el presente tomo tiene tanta miga como retranca), siendo que los textos de Harvilla pueden asemejarse, en consecuencia, a la presencia de un elefante en una cacharrería. Harvilla tiende lazos, razonamientos o justificaciones con habilidad, en su empeño por apuntillar la herencia de un buen puñado de artistas (y, de paso, fenómenos musicales, sociales o mediáticos) acotados en torno a la, reconozcámoslo, añorada década en cuestión. “Los 90 en 90 canciones (o más)” es un viaje nostálgico, desde luego, hacia las canciones de aquellos años que marcaron a fuego a los por entonces veinteañeros. Pero para nada es una aventura romántica, convencional o cómoda, con la pluma (y la inventiva) cortante del escritor marcando, sin excusa y en todo momento, el devenir del producto.
Rob Harvilla es un tipo intuitivo, que entrevé conexiones o las descifra (con anarquía) de tal manera que, cuando menos, sugieren al lector lecturas inéditas. Unas conclusiones que tienden a resultar interesantes, incluso cuando no se comulga con ellas y resulta difícil no pensar que el tal Harvilla es un sobrado y listillo de los que hacen época. Pero el caso es que este residente en Columbus (Ohio) no da puntada sin hilo, enhebrando un tema con otro con naturalidad y en un trazado que abarca, por poner un ejemplo, desde Celine Dion a Oasis. De hecho, esa capacidad para manifestarse pelín insoportable forma parte del mismo súper poder orientado a percibir todas las dimensiones posibles de cada "película" sobre la que pone el foco. O, dicho de otro modo, su óptica termina molando por ácida, afilada y, en definitiva, poco habitual.
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