En 2016 se publicó la novela “Las chicas”; su jovencísima autora, Emma Cline, fue propulsada rápidamente a la fama y se convirtió en una gran promesa literaria. La obra merecía todo el revuelo que se suscitó respecto a ella. Antes que el Quentin Tarantino de “Érase una vez en Hollywood”, la escritora californiana ya se fijaba en el hecho que marcó el declive de la contracultura y la utopía hippie: los asesinatos de la “familia” Manson. Incluso, como el propio Tarantino, no se limitaba a reconstruir esos crímenes monstruosos y casi inexplicables, sino que reinventaba sus circunstancias a partir de un personaje de ficción, una adolescente fascinada por el extraño glamour que rodeaba a “las chicas” de Manson.
Desde entonces, Cline ha publicado un excelente libro de relatos, “Papi”, en los que abundan los desolados paisajes de L.A. y los personajes sin dirección; y una curiosa novela corta, “Harvey”, que si bien no es tan interesante como sus otras obras, muestra la atracción por los personajes dudosos y perturbadores: el “Harvey” del título es nada menos que Harvey Weinstein, el magnate de la industria cinematográfica cuya caída en desgracia, debido a los abusos sexuales que había sometido a muchas de las actrices de sus películas, se convirtió en el mayor logro del movimiento Metoo. Cline nos lo mostraba, desde su propia perspectiva, el día antes del inicio de su juicio. “Harvey” se leía muy bien, porque Cline es una prosista brillante, pero quizás la cercanía del caso Weinstein conspiraba contra la eficacia de la narración; es muy difícil volver interesante un personaje del cual sabemos, mucho antes de leer la primera línea, que es un ente maligno.
Pero, lógicamente, existía una cierta expectación por su siguiente novela “de verdad”. Esta fue “La invitada”, “The guest”, que ahora nos trae Anagrama. Y se puede afirmar ya que nos encontramos ante su segundo gran éxito, que confirma y amplifica el que ya obtuvo con “Las chicas”. Fue, durante 2023, uno de los libros más controvertidos (y vendidos) en el ámbito anglosajón, con unas reseñas que se deshacían en elogios. Las opiniones de los lectores parecen más divididas y confusas. Esto no es sorprendente. Ya es casi un tópico hablar que vivimos en una época de exacerbado moralismo, en la que se exige a las obras de ficción que nos presenten personajes “positivos”, con los que podamos “empatizar”. Cline no hace nada de eso. De hecho, es una narradora especializada en describirnos espacios de vacío moral, agujeros negros por los que se deslizan sus protagonistas.
“La invitada” es Alex, a la que podemos definir como una “sugarbaby” o una “escort”; ella está demasiado ocupada tratando de mantenerse a flote para preocuparse sobre qué nombre se da a lo que hace. La seguimos durante varios días, en un momento complicado: tiene veintidós años, es guapa, tiene ciertas dotes para la interpretación -normalmente, finge que es una universitaria extraviada, sin recursos- y sabe cómo agradar a los hombres ricos y maduros. Pero ahora está metida en un lío considerable. Ha tenido que marcharse de Nueva York, acosada por un tal Dom, que tal vez fue su novio o su chulo, pero que, en cualquier caso, cree que le ha robado. Piensa que está a salvo después de que Simon, un tipo treinta años mayor que ella, la lleve a pasar el verano en un lujoso enclave en la costa (Cline es muy imprecisa con las localizaciones, lo que, en el fondo, vuelve más universal su fábula: lo que nos cuenta podría transcurrir en los Hamptons, pero también en la Costa Azul, en Marbella o Ibiza).
Sin embargo, Alex comete un error. Hace enfadar a Simon, que la expulsa de su mansión y de su vida. Ella no se da por vencida. Dentro de cinco días, él va a dar una gran fiesta. Su plan es muy sencillo: presentarse en ella, volver a seducirlo, convencerle para que la perdone. Pero, a pesar de su considerable ingenio y su absoluta falta de escrúpulo, cinco días son mucho tiempo cuando no se tiene un techo, ni apenas dinero. Y quizás Dom, al fin, la ha localizado y está buscándola afanosamente por la zona.
El grueso de esta novela magistral que podría haber sido escrita a cuatro manos entre Francis Scott Fitzgerald, con su fascinación por las vidas secretas de los ricos y famosos, y Patricia Highsmith (Alex podría ser una sobrina remota de Tom Ripley) se ocupa de lo que sucede a lo largo de esos cinco días. Es, en parte, una historia picaresca -con Alex intentando engatusar y engañar a todos aquellos que le prestan un mínimo de atención- que transcurre entre viviendas lujosas y playas idílicas, pero hay una tragedia de fondo que nos mantiene atentos, hipnotizados, página tras página. Intuimos que Alex va hacia el desastre y no podemos apartar la mirada.
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