La Casa del Diablo

El crimen. La culpa. La responsabilidad. La adolescencia problemática (¿cuál no lo es?). El satanismo. Los trabajos de mierda. La marginación social. La Norteamérica profunda. Todo esto y unas cuantas cosas más es “La Casa del Diablo”, fabulosa –en todos los sentidos– tercera novela del alma mater de The Mountain Goats desde hace tres décadas. Ya no se trata de un músico metido a escritor. Se trata de un narrador con mayúsculas, que (da la casualidad) además tiene un grupo, aunque este albergue cerca de treinta referencias y su bibliografía solo brinde cuatro libros completos, con cara y ojos. Halagado por el New York Times y nominado al premio Edgar Allan Poe de 2023 (fue publicado originalmente en 2022; esta es la traducción al castellano de Javier Calvo), este libro es como varios en uno solo.

Diferentes capas, distintos puntos de vista y tramas paralelas, algo distantes en el tiempo pero profundamente relacionadas entre sí, van tejiendo una historia que es ficción pero podría perfectamente ser real, añadiendo una dimensión moral al trabajo del escritor de true crime poco habitual, que incide en su responsabilidad civil sin moralinas ni aleccionamientos. Es un buen tocho: alguien me dijo hace poco que no vale la pena leer nada superior a las seiscientas páginas si no tiene la firma de Dostoievski. Este tiene cuatrocientas noventa y seis. Es largo. Aprieta, pero no ahoga. Son los ecos de la California maldita manifestándose en Milpitas (población de 60.000 habitantes) y la otra cara de los ochenta, sin la (agradable, resultona, magnética) edulcoración de “Stranger Things” o las viejas pelis de Spielberg y John Hughes.

Una obra de minuciosa ingeniería novelística, de asombrosa atención al detalle investigativo, de extraordinaria precisión en el relieve psicológico de sus personajes principales y de prestidigitación de enfoques narrativos, que revela un portentoso talento para redimensionar el género criminal. Una casa en la que perderte nada más entrar. Sin remedio posible.