Jóvenes héroes de la Unión Soviética
LibrosAlex Halberstadt

Jóvenes héroes de la Unión Soviética

8 / 10
Tomeu Canyelles — 13-07-2023
Empresa — Impedimenta

Si “Las nieves azules” de Piotr Bednarski (04) removió las entrañas del lector por haber podido reflejar desde la mirada limpia de un niño el ambiente asfixiante de esa Unión Soviética rural y famélica, enloquecida por no saber si el que vigila es igualmente vigilado; es la indefensión del inocente que no sólo intenta sobrevivir a la miseria, sino a la deshumanización; a la crueldad que lo devora todo y que, décadas antes, Jerzy Kozinski retrató magistralmente en otro volumen imprescindible, “El pájaro pintado” (65). Alex Halberstadt parte de esos mismos ingredientes para dar forma a una obra que no necesita de otras referencias literarias externas para entenderse –disfrutarse– por sí sola. Tanto es así que desde su publicación en el funesto 2020 no ha cesado de aumentar su reconocimiento mediante críticas apabullantes y, aún mejor, nuevas traducciones como la que llega a las librerías españolas gracias a Jon Bilbao y la editorial Impedimenta.

De la supervivencia, la resiliencia; del trauma, la fortaleza. A pesar de “sus mayores esfuerzos por olvidar”, el autor ajusta cuentas con su niñez en “Jóvenes héroes de la Unión Soviética”, título del primer libro que se repartía en las antiguas repúblicas soviéticas, con historias sobre niños que llevaban a cabo actos patrióticos de extraordinario valor. Y ese Halberstadt que vuelve sobre sus pasos no sólo consigue conmover con el retrato humano de aquellos seres a quienes tanto quiso, sino por evocar la cruenta realidad social y política, tensada hasta la paranoia, del estalinismo.

El miedo inoculado en un niño transmite incontables enfermedades al adulto en el que algún día se convertirá. De ahí a que la regresión del narrador hasta su tierra de origen refleje de forma incisiva su reencuentro con el recuerdo doloroso; el de la pesadilla de los interrogatorios y las torturas, las purgas y las migraciones; también, el de los pequeños milagros cotidianos que hubieron de suceder para que espíritus irreductibles, como el de Halberstadt, pudieran inmortalizar su testimonio.

Aquí hay dolor y hay humor; hay crueldad y hay dulzura; y más que una interesantísima rememoración de la niñez durante los lejanos días de la URSS, es otra clara demostración de que una pesada carga de sufrimiento puede dar lugar a libros luminosos y excepcionales.

 

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