En los últimos dos o tres años ha habido una reivindicación de la figura de Joni Mitchell. Ya sea a través de la reedición de sus discos o de la sonora actuación en Newport de la mano de Brandi Carlile. En cualquier caso, dada la envergadura de la artista, quizá no haría falta tanta publicidad. Su legado pervive. Pero por lo que sea, por esa personalidad tan esquiva o por andar siempre en terrenos artísticos tan distintos durante su carrera, Joni Mitchell aún anda en busca de su trofeo. Ambigua y contradictoria, este libro da muchas pistas y ayuda a comprender por qué ha estado en una lucha continua con la industria de la música (el debate acerca del mainstream y el éxito). Por tanto, este libro es lo más parecido a ir con ella a un confesionario.
Centrado en tres largas conversaciones (1973, 1979 y 2012), cada una de ellas te da una pauta sobre en qué punto está Joni, no solo en lo musical, también en lo personal. En la primera te topas con una soñadora, en la segunda con aquella mujer que busca reivindicarse desmontando teorías (la defensa a ultranza de su etapa jazzy y pasar más por alto el folk) y, la más interesante, es la que aborda en el relato de 2012. Es la más sincera y en la que se abre con sus problemáticas, pero también, está la Mitchell que agradece cuantas cosas buenas le han pasado (a pesar de la disconformidad con la falta de reconocimiento). Es la parte más tierna, pues hay más perspectiva y cierta serenidad.
Asimismo, destacar que la tarea de Malka Marom es encomiable; el tono, el ritmo de la conversación, y que se nota que tienen confianza mutúa (se conocieron en 1966 cuando Joni daba sus primeros pasos). El grado de intimidad es máximo y esto se traslada a estas páginas, combinando la conversación con las letras de canciones convenientemente insertadas en el momento oportuno. Así pues, este libro es la posibilidad de romper esa tela de araña, la que separaba a sus seguidores del carácter huraño de la canadiense. De alguna manera, ahora estamos más cerca y la comprendemos mejor.
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