¿Por qué lo llaman indie cuando en realidad podrían llamarlo simplemente pop rock? Esa sería una de las principales incógnitas – aplicada a Vetusta Morla, Izal, Lori Meyers, Supersubmarina o Love of Lesbian – que se desprenden de la lectura de este libro de José Olmo Cano (1988), licenciado en Historia y Ciencias de la Música y master en Música Hispana y en Comunicación y Cultura. En realidad, esto del indie en España puede ser visto como el misterio de los pedruscos de Stonehenge o de las caras de Bélmez: aún genera una profunda e interminable extrañeza, a más de treinta años vista de la irrupción del palabro por aquí. Al fin y al cabo, hablamos de una etiqueta que en un principio no aludía a una cualidad estética determinada (sino a un sesgo meramente infraestructural), pero acabó – como cualquier seísmo que nace del underground – fagocitado por la corriente principal e invirtiendo su significado para cifrarlo en unas trazas que sí pueden ser sonoras e incluso generalmente estéticas, aunque tremendamente porosas, más bien difusas. Con un significado desvirtuado, convertido en eficiente comodín. El indie ha sido, para alborozo de algunos (programadores avispados que organizan festivales como igual podrían montar romerías) e irritación de otros (viejos rockeruzos que ven el toro desde la barrera y ni se molestan en tratar de entender el fenómeno), un enorme cajón de sastre en el que todo cabía.
Estas 223 páginas, estupendamente documentadas (diría que se recoge lo esencial de todos los artículos y libros previos sobre el asunto) y muy razonablemente secuenciadas, se hacen las preguntas correctas pero no logran dar siempre con las respuestas precisas a cada una de ellas: lógico, es prácticamente imposible. Y, aunque a veces he tenido la sensación de que daba vueltas, una y otra vez, a la misma idea – en ese sentido me parece que el libro tiene algo como de tesis académica que no ha sido del todo adaptada a un público abiertamente generalista, pese a lo que dice su contracubierta, quizá también por su pulcra objetividad –, me quedo con su conclusión principal: que el indie ha acabado siendo en los últimos diez o quince años un constructo de los medios. De todos esos medios (generalistas o especializados) que, también por pereza, por no complicarse la vida o simplemente por no liar más al lector, no han querido o no han podido hilar un poco más fino y han metido en el saco del indie (a secas) un montón de cosas que son de su padre y de su madre. Pero que como ya nos entendemos todos y tal y tal, lo han seguido llamando así, sin añadir algunos de esos prefijos, sufijos y calificativos que tanta literatura (y buenas risas) han generado en los últimos lustros. Con lo que me gusta a mí todo eso del fake indie, el indietex, el indie de postal, el indie profiláctico o el indie directamente de pacotilla…
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.