Este libro es un canto a la heterodoxia. Por su pulso narrativo me recuerda un poco a la autobiografía de su paisano Fito Páez ("Infancia y juventud. Memorias", publicado aquí el año pasado), aunque, a diferencia de aquel, aquí el enfoque es el propio de un músico que siempre se movió cómodo desde los márgenes: lo que de toda la vida entendemos como un outsider vocacional. Daniel Melero (Buenos Aires, 1958) no es un músico muy conocido en España, pero en Argentina es toda una institución: lideró una de sus primeras formaciones tecno pop, Los Encargados, y produjo a lo largo de su carrera a Soda Estéreo, Babasónicos o Juana Molina, además de fundar su propio sello discográfico, Catálogo Incierto.
Esta autobiografía, escrita a cuatro manos con el periodista (también argentino) Mariano Vespa, traza el arco vital de un creador que, como buen alumno de Brian Eno o John Cage, se definió siempre a sí mismo como un “no-músico”. En consecuencia, un tipo destinado a moverse con soltura en cenáculos underground y a ser visto con cierta suspicacia por parte del mainstream. El saldo de esta singular fe de vida es algo fragmentario, a veces caprichoso, más que lineal, pero eso también se agradece cuando uno está ya algo cansado de leer auto semblanzas convencionales, que repiten una y otra vez el mismo esquema. Aporta jugo y destila, merced a su precisa memoria, un recuento de vivencias con las que el autor – y esa es una de sus mejores virtudes – en ningún momento pretende sentar cátedra, dogmatizar ni inyectar moralina alguna al lector.
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