Igual que ayer
LibrosEduard Palomares

Igual que ayer

8 / 10
David Sabaté — 18-04-2023
Empresa — Libros del Asteroide

Una máxima no escrita reza que uno de los mayores logros de una buena canción pop entraña al mismo tiempo una de sus principales dificultades: alcanzar la máxima efectividad a partir de una sencillez tan solo aparente. Mucho de ello hay en “Igual que ayer”, segunda novela del escritor y periodista barcelonés Eduard Palomares, que retoma los personajes presentados en su debut literario “No cerramos en agosto”, publicado en 2019 también por Libros del Asteroide.

En ella nos reencontramos con el aprendiz de investigador privado Jordi Viassolo, quien tras su primera experiencia en la agencia de detectives Private Eye, debe encadenar múltiples trabajos temporales de lo más variopinto; entre ellos, por ejemplo, servir el catering en la lujosa puesta de largo de un candidato a la alcadía de Barcelona que sufrirá un accidente mortal.

Este punto de partida pone sobre la mesa algunas de las ya constantes del universo literario de Palomares: la precariedad laboral, la corrupción política e inmobiliaria, o las desigualdades sociales vigentes en una ciudad como la capital catalana, lastrada aún por el turismo masivo y la especulación y con mucho que esconder tras la postal oficial. Realidades reconocibles que el escritor denuncia con puntería y de forma integrada en un relato en el que asoman desde la inflación a la heroína y los narcopisos. Todo ello sirviéndose de un estilo depurado, sin florituras, centrado en la trama y en unos personajes que vemos crecer en tiempo real, como ocurre con el propio autor, que demuestra aquí una mayor soltura y un singular dominio de distintos tonos y registros.

Capítulo aparte –y literal– merece el personaje de Recasens, arquetipo del detective veterano y cínico, y mentor apócrifo del protagonista. Suyo es el efervescente episodio central de la novela, ambientado en la Barcelona de finales de los setenta y con varias e insospechadas conexiones con la actualidad. Una historia dentro de la historia en la que Palomares alcanza nuevas cotas expresivas y muestra un amplio bagaje como lector de novela negra canónica.

Todo ello sin caer en el morbo gratuito o la recreación excesiva de lo macabro presente en un sinfín de thrillers y novelas negras con vocación de best seller, violencia implícita y tamizada aquí por un sentido del humor afilado y ocurrente indisociable de su obra; otros de sus puntales son el contagioso ritmo y una estructura trabajada al detalle que engancha desde el primer minuto.

Esperemos que no sea este el último capítulo de una incipiente saga que cita con conocimiento de causa –y vibra en sintonía con– algunos clásicos del género negro de aquí (Montalbán) y de allá (Padura), regalándonos por el camino unos personajes entrañables que demandan futuros misterios que resolver y nuevas realidades que denunciar.

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