Autor de algunos de los pináculos que mejor explican la evolución (y retroceso) del pop desde mediados del siglo XX hasta el día de hoy, Simon Reynolds es el firmante de, al menos, tres de los ensayos musicales más trascendentales en lo que llevamos de milenio: “Energy Flash”, “Post-punk: romper con todo y empezar de nuevo” y “Retromanía”.
Quien no haya leído alguno de estos tres clásicos contemporáneos, seguramente, se esté perdiendo una oportunidad única para poder saciar la necesidad de descubrir sorprendentes nombres a pie de página de la historia del pop y la música electrónica, aunque también se esté librando de una fuerte carga de pesimismo acerca del futuro que nos depara la evolución del pop en los próximos años y de nuestro presente, anclado en la prioridad de mirar antes hacia el pasado que en dirección al futuro.
Como si de una especie de alivio contra la depresión propiciada por la cultura de la nostalgia tratada en “Retromanía”, así es como Reynolds plantea las interrogantes del mañana a través de una selección de textos suyos, publicados en diferentes medios desde finales de los ochenta, en los que podremos sumergirnos en una historia apasionante de vanguardia y ambición, que arranca en los minimalistas y llega hasta rupturistas de nuestra era como Jlin y Arca, entre un buen número de nombres que van saliendo a flote, página tras página. Los suficientes como para cumplir el primer deber de todo ensayo musical que no se mire al ombligo: (re) descubrirnos las suficientes propuestas musicales como para abocarnos a ampliar nuestro universo referencial.
En este sentido, “Futuromanía” no llega a los niveles de vértigo que ofrece “Energy Flash”, pero nos nutre de suficientes excusas para poder hacer de este libro una banda sonora ideal con el fin de hacernos creer que, en algún momento, no quedará más remedio que retomar los preceptos del post-punk tan fenomenalmente expuestos mediante el título de dicho ensayo rubricado con su firma.
Inquieto, pesimista y siempre brillante en todas sus disecciones, Reynolds vuelve a regalarnos un ensayo indispensable y con la suficiente carga de afirmaciones como para generar admiración y odio a partes iguales. Porque si de algo no se le puede culpar a Reynolds es de quedarse en terreno intermedio ni de subrayar consensos mayoritarios. Más bien, lo suyo subraya por qué aún podemos contar con la esperanza de tener a alguien de confianza capaz de derrumbar inquebrantables muros de pensamiento popular y adentrarnos en un excitante what if…? de cómo podría ser el pop de no estar contaminado por tanto prescriptor desconocedor de las verdaderas manijas que rigen el sonido de nuestros días.
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