“El tejido de las cosas” no es solo el título del primer libro del músico madrileño Lucas Vidaur (Madrid, 1994), que ahora mismo presenta su disco debut “Tragedia Española”, con su proyecto Confeti de Odio, sino también una suerte de concepto talismán que atraviesa todos los textos (breves) de este libro y permite diferentes significaciones del sintagma (a veces esquivas entre ellas). Esta nouvelle (134 páginas) nos muestra una serie de pedazos de una realidad hipertrófica que tiene un aire a Mallarmé y un aire también a Felisberto Hernández.
Sin embargo, hay dos libros más recientes, y de escritores españoles, con los que guarda un cierto parentesco de familiaridad: con “El estado natural de las cosas” (Caballo de Troya, 16), de Alejandro Morellón y “Adiós, buen domingo”, de Daniel Treviño (Esto no es Berlín, 19). Con el primero comparte la idea de un concepto (Ehio, en Morellón; aquí el sintagma que da título al libro “El tejido de las cosas”) que toma múltiples significados y funcionalidades, pero también la inversión caprichosa de las reglas físicas del mundo; en el caso de Morellón más bien del lado del materialismo especulativo y aquí con mayor predisposición hacia una suerte de metafísica absurda. Por su parte, con Treviño comparte la fe en el desastre, una propensión nihilista y el fetichismo de los objetos, además de un único protagonista que no acaba de ser capaz de acomodarse al mundo que le rodea.
Tiene razón José Sanz, cuando en el prólogo (Carta de recomendación, en realidad, incluida al principio del libro) afirma que, leyendo este texto, se tiene la sensación de que “cualquier soporte de los que hay hoy día ralentiza la velocidad a la que nuestra cabeza pretende conocer y asimilar 'El tejido de las cosas'”. Porque la velocidad espitosa de estos textos (y más en un sentido conceptual que no del propio ritmo de la prosa) es trepidante; y urgente. En esto, los textos funcionan como breves estampas, historietas desordenadas o estados mentales. E igual que muchas de las primeras composiciones de Confeti de Odio, deambulan por las extravagancias del amor propio.
Hay en esta compilación de treinta y cinco textos mucho juego aliterativo, anafórico. Se juega con una suerte de surrealismo de la acumulación que gusta enormemente de las siglas, la abstracción sideral y los golpes de efecto. Lo resumiría diciendo que “El tejido de las cosas” está gobernado por un pesimismo gracioso que se genera por culpa de una forzada heroicidad carente de sentido. Otro de los rasgos de estilo de estos textos es la antropomorfización no solo de los animales sino de cosas, pensamientos, ideas y sensaciones. Textos encadenados menos por la trama que por asociaciones (o posibles proyecciones) mentales del narrador, un socorrista que nos cuenta (en un orden bastante arbitrario) las muchas cosas que le sucedieron trabajando en la piscina del C.D.S.M (Club Deportivo de la Sombra Misericordiosa). En definitiva, el magnífico debut literario de esta promesa del underground patrio.
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