El arte sin órganos. Manifiesto de la música electrónica
LibrosAna Gorostizu

El arte sin órganos. Manifiesto de la música electrónica

7 / 10
Carlos Pérez de Ziriza — 26-01-2025
Empresa — Lacaja Books

Es este un libro que quizá no aviste nuevos horizontes pero cosquillea muy bien el intelecto. Porque es un cúmulo de reflexiones que, de un modo u otro, ha sido insinuado o explicitado por parte de autores que han glosado las connotaciones de las raves y las grandes congregaciones en torno a la música electrónica (Simon Reynolds aparece citado, cómo no), pero la filósofa e historiadora madrileña Ana Gorostizu – 26 años – actualiza parte de ese legado, lo acerca a nuestro terreno y lo relaciona con Derrida, Deleuze, Joanna Demmers, Yanis Varoufakis, Mark Fisher o Gaspar Noé, entre muchos otros nombres de la cultura. De hecho, las complicadas perspectivas de futuro de la generación a la que pertenece tienen mucho que ver con el auge del lo fi, el vaporwave y otros estilos que desbroza y que en los últimos años han aprovechado esa quiebra de fe en el porvenir para sugerir una nostalgia difusa muy socorrida, a veces una melancolía por aquello que ni tan siquiera hemos vivido.

Los samples, las grabaciones, los parches sonoros reciclados del pasado abren esa grieta por la que la música electrónica se cuela para pasarse un poco por el forro las coordenadas espacio temporales habituales y sumirnos en un espacio relacional distinto, más aún cuando es compartida en grupo. El abandono a la propia corporalidad para convertirnos en otros. O quizá para ser más que nunca nosotros mismos. La música es un rizoma para la autora, quien despliega unos suculentos mapas de conexiones (situados entre algunos de los capítulos) y oportunamente se autodenomina como una flâneuse del sonido, alguien que disfruta casi tanto del trayecto como del punto de encuentro, del intrincado camino hasta ese no lugar como de la rave en sí. Y estas 170 páginas muestran que la música electrónica en grandes espacios abiertos sigue siendo, más de treinta años después y al margen de su primera cualidad meramente escapista, un fértil terreno para cavilar sobre quiénes somos en realidad.

 

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