En "El accidente en la A35", publicado originalmente en 2017, hay un muerto en un percance de tráfico. Se trata de Bernard Balthelme un abogado que aparece en una cuneta muy lejos de dónde se le suponía que estaba. El inspector Gorski investiga qué hacía el abogado allí y qué le pudo hacer salirse de la carretera. Hasta aquí podríamos considerar que la segunda aventura del inspector Gorski es un noir ortodoxo, pues hay un cadáver y una investigación en marcha.
Seguimos las pesquisas del inspector Gorski en su investigación del entorno familiar y laboral del muerto, conocemos de primera mano a su viuda y a su huérfano y nos familiarizamos con la pequeña y provinciana ciudad de Saint-Louis; un lugar ficticio ambientado en el Alto Rin francés.
Pero según van pasando los capítulos sospechamos que no estamos ante un noir tan ortodoxo como nos las componíamos al principio. De entrada, vemos que la prosa está muy trabajada y no busca el ritmo vertiginoso, sino que avanza vigorosa a paso firme. También nos olemos algo al ver que Graeme Macrae Burnet (Kilmarnock, Escocia, 1967) juega con la propuesta de que es una obra autobiográfica disfrazada de ficción mediante el recurso del manuscrito encontrado. Y lo que ya nos confirma que este no es un típico noir es que la investigación casi no avanza, no hay giros, ni descubrimientos, ni sorpresas, ni persecuciones, ni casi ninguno de los elementos que aparecen en los noir. Por contra, asistimos al alcoholismo de Gorski, a su interés por la viuda del muerto y al abandono de su mujer del hogar familiar harta ya del piltrafilla de su esposo. Acompañamos también al adolescente hijo del muerto, Raymond, en su investigación particular de la vida de su padre en lo que más que preocupación por la muerte paterna parece un ejercicio de rebeldía juvenil pura y dura. En definitiva, nos empapamos de un ambiente gris y de unos personajes atormentados más propios de figurar en un novelón ruso que de un noir moderno.
Burnet, residente en Glasgow, le puede disputar a Julian Barnes el título de “escritor británico más francés del momento” por influencias galas en su prosa y en sus argumentos, pero también George Simenon acude con facilidad a la memoria del lector, por la ubicación de sus tramas, por el músculo de su prosa y por la trabajada complejidad psicológica de sus personajes.
El lector no debe sorprenderse por un desenlace bastante soso para los estándares de un noir, ya que entiende que lo que tiene entre manos es otra cosa. En realidad, es un microscopio dónde se disecciona esa institución tan complicada como es la familia y lo que le da origen: la relación conyugal. Burnet nos muestra cómo las parejas se crean, se acaban y también cómo conviven. El ámbito de interés de esta novela no es el criminal, sino las relaciones humanas entre los miembros y ex-miembros de una pareja. Y para ello Burnet pone cristales de aumento sobre los personajes principales para hacerlos familiares para el lector más allá de su relación con el muerto inicial. De Gorski, el inspector protagonista, el lector no acaba celebrando ni su probada sagacidad policial, ni su valentía, sino su grisura de ser humano con la autoestima de una mosca y superado por completo en la tarea de encontrar la felicidad al lado de los demás seres humanos.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.