El japonés Inio Asano (1980), como no desconocerán la mayoría de los aficionados al cómic, es uno de los grandes artistas de nuestra época. Muestra de ellos son obras como “Solanin”, “Buenas noches, Punpun”, “Reiraku”, “Un mundo maravilloso”, “La chica a la orilla del mar” o “Nijigahara Holograph” (estas dos últimas publicadas por Milky Way, que ahora nos trae “Diario de un mangaka”). Se podría afirmar que Asano es el gran maestro actual del slice of life. Sus protagonistas suelen ser jóvenes, encerrados en sus burbujas vitales, divididos entre sus ansias de rebelión frente al tiránico conformismo de la sociedad japonesa y un nihilismo apabullante, que se refleja en sus relaciones tanto con sus parejas como con sus muy desestructuradas familias. A lo que hay que sumar, su absoluto dominio de la narrativa visual. Los mangas de Asano tienen la costumbre de ser tremendamente devastadores a nivel psicológico, pero, a la vez, extraordinariamente adictivos; el grado de realismo, de sinceridad (y de tristeza y desesperación) que destilan sus personajes hace que, por muy impactante que sea lo que nos cuenta, no puedas apartar la mirada, debas seguir pasando página tras página.
“Diario de un mangaka”, no obstante, es una obra muy distinta, puesto que, en primer lugar, no es un manga. Nos hallamos ante, como nos indica su título, un diario –con unas cuantas ilustraciones– en el que el autor se limita a explayarse acerca de sus vivencias a lo largo de un año, sin ningún tipo de floritura o enmascaramiento. Esto lo convierte en un libro no demasiado recomendable para quienes no se han acercado a sus títulos previos, pero, a la vez, en una apasionante ventana a su intimidad para sus true believers. De hecho, se puede leer como un complemento al lúgubre, y muy autobiográfico, “Reiraku”, aunque en un tono, por fortuna, bastante menos oscuro: digamos que aquí tenemos la materia prima, en bruto, de la que se nutre su obra. Lo primero que sorprende es la franqueza (casi a niveles suicidas) de Asano, a la hora de relatarnos sus miserias. No ocurre nada especialmente grave en este retrato de un mangaka de cierta reputación, de mediana edad, que a pesar de esto último, parece muy alejado de cualquier tipo de madurez, puesto que da la impresión que se mueve a impulsos. Da igual que se refiera a sacarse el carnet de conducir o a comprar una casa como a formalizar mediante el matrimonio la relación con su pareja. Pero la aparente ausencia de filtro, la voluntad manifiesta de explicarnos su visión del mundo, por muy antisocial y egoísta que nos resulte, es casi abrumadora. La actitud general de Asano al afrontar los distintos acontecimientos es una mezcla de distanciamiento, autocompasión y cierto narcisismo que, en un primer momento, choca y acaba siendo muy divertida.
Le rodean un pequeño círculo de “personajes”, entre los que destaca su pareja, con la que comparte profesión, y sus dos ayudantes, en especial la muy particular Yuka, una joven un tanto disparatada que se diría escapada de “Buenas noches, Punpun” o “La chica a la orilla del mar”.
“Diario de un mangaka”, insistimos, probablemente carece de interés para quienes no se han acercado a la obra del japonés o, como máximo, han leído uno o dos de sus hits, pero es imprescindible para los asanistas de pro.
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