Diario de sueños. Cartas de H.P. Lovecraft 2
Libros / Javier Calvo

Diario de sueños. Cartas de H.P. Lovecraft 2

7 / 10
José Martínez Ros — 29-07-2024
Empresa — Aristas Martínez

Como todos sabemos, H.P. Lovecraft pasó la mayor parte de su vida recluido en su Providence natal. Una de las mitologías literarias más importantes del siglo XX, que sigue resonando en el imaginario contemporáneo a través de videojuegos, juegos de mesa, canciones, películas, cómics y, por supuesto, por sus propias obras, surgió de la mente de un individuo que se sintió, en los comienzos del siglo XX, como un extraño. Condenado a la soledad y a la desdicha, Lovecraft tuvo muy pocos amigos de carne y hueso. Sin embargo, si mantuvo numerosas y fieles relaciones epistolares. Estas formaron su famoso “círculo”, compuesto en su mayor parte por quienes, en realidad, eran sus semejantes: aspirantes a escritores sin éxito, autores de baja estofa relegados a las revistas pulp, personajes marginales totalmente alejados de los círculos intelectuales de su época.

Dedicaba mucho más tiempo a escribir cartas, sin duda para mitigar su aislamiento, que a pergeñar los relatos y novelas cortas que le han concedido la inmortalidad. Algunas de sus cartas, siempre escritas a manos, ocupaban el equivalente a cuarenta o cincuenta páginas, y se extendían por una multitud de temas, como sus vivencias cotidianas, sus inquietudes metafísicas o sus ideas sobre la literatura. Muchas veces, incluso, ofrecía a sus amigos del “círculo” argumentos para que ellos los desarrollaran, lo cual, por supuesto, no se privaron de hacer, Esta antología de la correspondencia a cargo de Javier Calvo, de la que ahora nos llega un segundo volumen, es un acercamiento –indispensable para todos sus lectores– a la intimidad de alguien que no supo vivir, pero que soñaba con una fuerza sobrehumana.

Y, precisamente, los sueños son los protagonistas de los textos aquí recopilados. Al parecer, gran parte de sus cuentos estaban inspirados en sus visiones oníricas. Estas “descripciones de sueños” a veces son muy breves, poco más que un párrafo, y otros se prolongan durante varias páginas. Así nos encontramos con la semilla, la materia prima, de obras tan importantes como “La llamada de Cthulhu” y muchos de los episodios del ciclo de Randolph Carter. Lovecraft no era, en absoluto, un escritor “espontáneo” y estos materiales, estas imágenes nocturnas, fueron muy reelaboradas hasta convertirse en “literatura”. Hay excepciones, como el magnífico “Un sueño romano”, que podría aparecer, perfectamente, en cualquiera de sus libros y que, sin embargo, regaló a uno de sus corresponsales.

Al final, hay otra sorpresa: una recopilación de fragmentos de sus cartas sobre sus relaciones con los gatos. Estas oscilan entre lo tierno, lo emotivo y lo patético. Teniendo en cuenta sus circunstancias vitales, no resulta nada inusual que Lovecraft pasara sus últimos días convertido en el “viejo de los gatos” arquetípico. Se dedicó a poner nombre y cuidar, en la medida de sus posibilidades, a los felinos callejeros de su vecindario. También se divertía inventando sus “aventuras” para los receptores de sus misivas. No cabe duda de que se sentía más comprendido por esos gatos callejeros que por los hombres y mujeres de su tiempo. Sin embargo, aquel individuo solitario y casi anónimo continúa habitando entre nosotros.

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