Hacía tiempo que muchos salivábamos con la posibilidad de ver publicado “Sonidos de Marte”, la inmersión de David Stubbs en los mundos binarios de la música pop. No era para menos después de haber sido el firmante de “Future Days” (15), su imprescindible tratado sobre la generación krautrock y su correspondiente eco.
En cierta manera, aunque ya no se trate de reescribir la transformación social y cultural de una nación, tal como en “Future Days”, “Sonidos de Marte” no deja de ser un libro complementario a este último. Las conexiones con la ingeniería kraftwerkiana están ahí, pero también la poderosa reflexión antirockista, armada en torno a la dialéctica robótica de los sonidos. Sobre esta, Stubbs cimienta un discurso narrativo que no pretende ser completista, sino que serpentea por la historia musical electrónica por medio de una red de atajos que, primeramente, arroja más luz sobre los verdaderos pioneros y quiénes merecen auparse a los consensos que dirimen los gustos de la parroquia. Siguiendo estas intenciones, no es ninguna casualidad que Delia Derbyshire y Daphne Oram tengan un puesto de honor dentro de esta aventura acerca de la evolución musical a través de la fábrica de inventos que han ido surgiendo con los años, y que otorga relevancia vital a aparatos que cambiaron para siempre nuestra percepción del sonido y el ritmo, como el Ondioline, el Moog o la TR-808. Máquinas que encierran posibilidades infinitas, de las cuales el periodista británico se sirve también para trazar un ensayo sembrado de convincentes argumentos filosóficos.
A lo largo de las casi quinientas páginas que integran esta excursión a los confines del sonido, no hay respiro para la rutina o a “la típica historia en replay”. Stubbs se gusta, pero siempre desde la percepción de empatizar con el lector, al cual obsequia con un manjar literario preñado de descripciones musicales a la altura del mejor Simon Reynolds, y al que también aporta un sinfín de historias y reflexiones interconectadas dentro de una memorable reescritura de la música electrónica. Un hito, aún por encima, escrito con la misma fluidez que una Roland percutiendo el nervio a golpe de beats.
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