Hacía tiempo que no me leía un libro de temática musical tan rápido como lo he hecho con este “Conversaciones con Lapido” de Arancha Moreno. Evidentemente para eso es vital el nivel de interés que despierta en ti el protagonista o tema pero, en un caso como este, en el que estamos antes una extensa entrevista, la calidad de la partenaire del susodicho también cuenta, y mucho. Y eso, Arancha, lo borda. Algo que demuestra habitualmente en Cuadernos Efe Eme, y que puso todavía más de manifiesto en sus dos libros anteriores, “Iván Ferreiro. 30 canciones para el tiempo y la distancia” y “Coque Malla. Sueños, gigantes y astronautas”, articulados a partir del gran conocimiento de los artistas y de las muchas charlas mantenidas con ellos. Pero aquí da un paso más allá. Porque estamos ante el clásico libro pregunta- respuesta hilvanado con pequeños textos introductorios de cada capítulo. Y empezaremos por ahí.
Moreno construye para cada conjunto de preguntas, organizadas en un orden cronológico que en beneficio de la charla se rompe en ocasiones, unos textos introductorios que son auténticas delicias. Cargados de referencias externas y al propio Lapido, de relaciones imposibles, de metáforas originales. No me atrevo a calificarlos de dignas introducciones a las palabras del granadino, porque todo lo que no sea calificarlas de excelentes sería quedarse corto. Y el sastre hace el vestido. Porque luego está el grueso del volumen. La charla. En ella, la conexión entre entrevistadora y entrevistado es imprescindible. Y aquí la hay. Por un lado, Arancha demuestra con su batería de preguntas lo mucho que conoce la carrera de Lapido y 091, y también los años de conocer a la persona que hay tras ese puñado de grandes canciones que nos han dejado ambos proyecto. Ni siquiera rehúye la insistencia en algunos temas –¿para cuándo ese disco de blues Jose?– con el suficiente tacto y respeto, pero también con el espíritu arqueológico y analítico que se le presupone a la digna profesión de periodista. Un oficio que Moreno engrandece con cada pregunta logrando que alguien como Lapido, al que tengo el enorme placer de conocer y con el que de vez en cuando intercambiamos algún mensaje, se sienta cómodo. Y eso no es fácil. Porque el que para muchos, y me pueden apuntar en la lista, es el mejor, o al menos uno de los mejores compositores de canciones del rock en castellano, y me atrevería a trascender los géneros, tiene algo de esa tortuga que, panza arriba, no les dejaron colocar a los cero como portada de “El baile de la desesperación”. Penetrar en su caparazón no es tarea fácil. Aunque cuando lo haces te das cuenta de la clase de tipo que hay ahí detrás. Pero es que además Lapido es un tipo callado. Medidor de sus palabras en el cara a cara. Y enfrentrarse a él para un libro de este estilo ha de dar respeto. Moreno, y ya me entienden con la expresión, se lo pierde cuando ha de hacerlo. Le aprieta. Lo exprime. Sabiendo que Lapido no iba a entrar en temas como su vida privada ni en enfrentamientos innecesarios con vete a saber quien. Consiguiendo que esos temas se muestren con pinceladas que van construyéndonos a la persona. Esa que hay detrás del personaje de permanente traje negro y gafas de sol Ray-Ban.
En definitiva, que el volumen es fantástico. Solo recuerdo haber disfrutado un libro de entrevistas con un músico así cuando leí “Bonnie ‘Prince’ Billy por Will Oldham” de Alan Licht. En aquel descubrí un músico en cuya carrera no me había metido a fondo, y de paso a la persona. En este he descubierto un poco más a la persona, a través de una carrera que conozco en profundidad.
Los seguidores del granadino lo disfrutarán enormemente, y los que no lo sean nos darán la envidia de descubrir a estas alturas a alguien tan imprescindible como Jose Ignacio Lapido. Que los excelentes textos que Quique González y Raúl Bernal han perpetrado como prólogo y epílogo sean lo de menos, lo dice todo. Un diez.
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