Este libro tiene todo aquello a lo que cualquier buen ensayo debería aspirar. Indagación, reflexión, recopilación de datos y de testimonios y reevaluación crítica de un trabajo cubierto por el polvo del olvido. Un bien tramado acto de justicia, en cierto modo. El periodista Eduardo Bravo lo explica muy bien en la introducción, en la que describe cuáles eran las opciones alternativas que barajaba.
“Cecilia 2” (73), el segundo álbum de la artista en cuyo DNI figuraba el nombre de Evangelina Sobredo, tenía todos los números para ser su nuevo objeto de deseo: un disco incomprendido en su tiempo, marcado por un título y una portada que no eran los originalmente concebidos, que ni siquiera ha sido reeditado con todos los honores y que se adelantaba a su tiempo por su forma de abordar temáticas que eran tan tabúes en su época, como los estragos de la cruel dictadura, el suicidio o la emancipación femenina (no quería volver al manido anglicismo que hoy en día le sirve de sinónimo).
Obviamente, fue un fracaso de ventas, y casi todo el mundo recuerda a la malograda cantautora madrileña por “Un ramito de violetas”, “Mi querida España” o “Dama, dama” más que por cualquiera de los diez cortes incluidos en este disco, que brindaba mayor consistencia y madurez que su predecesor. El autor cuenta aquí con el inestimable plácet de Teresa Sobredo –su hermana– y el resto de su familia, y se afana en agrupar las opiniones de Luis Gómez-Escolar, Pepe Nieto, Ana Fernández-Cebrián o Fernando Márquez “El Zurdo”, entre muchos otros, para ir completando un puzzle en el que también se desgrana el álbum canción a canción. Otra virtud añadida es su concisión: un centenar –no llega– de páginas son suficientes. Pero todo es chicha.
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