En el prólogo de “El dolor de un príncipe” Francisco Peregil desvela que tenía veinticinco años cuando empezó a escribir el libro. Anda ya por los cuarenta y seis y en ese tiempo el periodista de Nerva (Huelva) ha vivido situaciones extremas como corresponsal para el periódico El País. No queda del todo claro cómo pueden haber afectado esas experiencias vitales a su visión de lo que ha significado Camarón de la Isla para el flamenco y para la cultura de todo un país, hasta qué punto le han ayudado a desentrañar una figura compleja y más desconocida de lo que su exposición pública podría dar que pensar, pero sin duda este libro ha dado muchas vueltas hasta tomar forma y convertirse en lo que ahora es...
En ese mismo prólogo Peregil apunta con tino: “Había mucho baboseo en el mundillo flamenco, mucho mito, demasiado oscurantismo, mucha palabra innombrable como el cáncer que lo mató, la droga que lo destruyó o la hija que tuvo fuera del matrimonio”. De todo ello se habla en profundidad en un libro que no se decide por ser una biografía o un ensayo periodístico y sin embargo funciona perfectamente a esos dos niveles. Ayuda por supuesto la prosa de un autor que conoce en profundidad los requiebros culturales y lingüísticos de la comunidad gitana y el mundo del flamenco. Francisco Peregil apuesta por un relato fragmentado y bullicioso, que acierta al comparar con una juerga gitana y por el que, con el música y el duende siempre de fondo, pone a desfilar a toda una serie de personajes merecedores todos y cada uno de ellos de su propio volumen biográfico: promotores, aficionados, guardaespaldas, médicos, musicólogos, familiares y artistas de la vida, todo un enjambre de personas que rodearon a Camarón y que, en algún caso hasta llegaron a conocerle bien.
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