Por encima de la ciudad, por debajo de las estrellas
LibrosBarry Adamson

Por encima de la ciudad, por debajo de las estrellas

8 / 10
Carlos Perez de Ziriza — 03-04-2024
Empresa — Liburuak

Barry Adamson – Por encima de la ciudad, por debajo de las estrellas. De Magazine y los Bad Seeds al submundo y más allá

Me resulta inevitable acordarme de Kid Congo Powers a la hora de enfrentarme a las memorias de Barry Adamson: ambos fueron durante mucho tiempo nombres secundarios al servicio de proyectos de fuste (aquel en The Cramps y The Gun Club, este en Magazine o con Iggy Pop; ambos en los Bad Seeds de Nick Cave), talentos crecidos en el auto didactismo del do it yourself del punk, marcados por su raza (uno chicano, el otro mestizo) en entornos muy blancos, en los que podrían sentirse desubicados, y por sus adicciones a las drogas y el alcohol, y ambos son – además – buenos amigos. Por si fuera poco, sus autobiografías han coincidido prácticamente en el tiempo – la de Adamson llegó un año antes, originalmente – y han sido publicadas aquí en castellano por la misma editorial. Solo cambia el traductor (aquí es el contrastado Ibon Errazkin) y también algo del estilo, porque si la carrera de Barry Adamson cobró una insospechada altura de vuelo a partir de su primer disco en solitario, en 1989, también su forma de contar las cosas reviste un tono literario más distinguido. Y hasta ahí las comparaciones, que casi siempre son odiosas.

Este libro es otra historia de iniciación a la vida, un relato coming of age en toda regla, que se detiene a principios de los noventa, y por el camino nos muestra una visión tan cinematográfica e imaginativa como los propios discos de su autor en las últimas décadas (el próximo saldrá en unas semanas, por cierto). Barry Adamson se ve a sí mismo desde fuera y con lucidez, como si su vida fuera una película. Proyecta su experiencia al exterior, desdoblándose cual Deus ex machina. Y lo cierto es que nunca lo tuvo fácil. Sus orígenes humildes, la discondroplasia que lo lastró de niño, la enfermedad de su hermana o el abuso sexual sufrido a manos de un conocido se van aliviados por epifanías musicales: “Fever” de Peggy Lee, la banda sonora de "Goldfinger" (1964) en un cine de la costera Morecambe, el “Good Vibrations” de los Beach Boys, los discos de Alice Cooper en la adolescencia y todo aquello que le empujó a convertirse en el nuevo seductor Barry (por emplear la terminología de Jarvis Cocker y sus Pulp) tras los pasos del viejo, el gran John Barry. Sin intención de hacer spoiler, que al fin y al cabo el desenlace es fácil de imaginar: el pájaro de mal agüero (un buitre, en su caso) se disipa tras la paternidad, un matrimonio fallido y la rehabilitación, pero el tránsito nos revela un material narrativo que, más allá de la propia experiencia, resulta notable.

 

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