La revista digital Muzikalia sigue sumando interesantes referencias a ese catálogo que genera su faceta como editorial, en este caso con esta especie de ensayo biográfico y talante algo anárquico a cargo del todoterreno Gerardo Cartón. El madrileño es un clásico dentro del mundillo de la música, tras ejercer como camarero y DJ en varios garitos sitos en Malasaña (pasando a formar, con los años, parte imprescindible de la fauna del barrio), músico en grupos de presencia underground (Micromachines, Radio 77), responsable de una de las discográficas/distribuidoras más importantes del país como es [PIAS], viajero incombustible, agitador, escritor –firmante, por ejemplo, del “Manual del perfecto festivalero” (Auto, 16) junto a Jorge Obón–, promotor o locutor de radio.
Pero, ante todo y tal y como se desprende de la lectura de “Así se baila el siglo XX”, Cartón es un enfermo de la música, además de convencido militante en la filosofía punk, actitud mutante a lo largo de las décadas pero cuya esencia parece haberle señalado siempre el camino. Una actitud que le ha hecho partícipe de mil y un saraos y otras tantas tendencias, incluyendo su asistencia a más de trescientos festivales repartidos por todo el mundo. Un envidiable currículo de experiencias que comparte a lo largo y ancho de las casi trescientas páginas de un volumen que, en paralelo y como excusa ágil, utiliza el repaso histórico, social y/o cultural por el siglo veinte. El autor desgrana así, año a año y partiendo de una canción publicada en el mismo periodo (se aconseja aderezar la lectura con la playlist disponible a través de la solapa del mismo libro), sus propias experiencias, ubicadas en el reconocible marco de acontecimientos globales.
Comenzando en 1972 (año de su nacimiento) y terminando en 2016, Gerardo Cartón entrega un libro entretenidísimo en el que tira de ironía, honestidad, humor negro y, sobre todo, toneladas de pasión, en una referencia que se devora con tanta facilidad como agitación. “Así se baila el siglo XX” toma su título de la canción de mismo título de los barceloneses Hidrogenesse y, en la práctica, se sucede como anecdotario divertido (en ocasiones descacharrante) y desprejuiciado, de interés para cualquiera que en algún momento haya compartido intereses (u obsesiones) con el autor. La historia de un activista con conocimiento de causa, incansable e instintivo, contada a su manera y prescindiendo de una estructura férreamente restrictiva que, visto lo visto, hubiera ido contra su propia naturaleza.
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