Aniquilación
LibrosMichel Houellebecq

Aniquilación

7 / 10
José Martínez Ros — 27-06-2022
Empresa — Anagrama

Houellebecq ha vuelto. El escritor francés más popular de la literatura contemporánea y, sin duda, uno de los más discutidos y mediáticos ha regresado a las mesas de novedades de las librerías con un intimidante libraco de más de seiscientas páginas, en la que es, sin duda, su obra más ambiciosa al menos desde la excelente “El mapa y el territorio”.

De hecho, en este caso, la trama de “Aniquilación” parece combinar dos vertientes de su obra que había explorado en sus novelas inmediatamente anteriores. Por un lado, tenemos una historia de política ficción como en “Sumisión”, con una serie de misteriosos atentados terroristas y grabaciones piratas que sacuden a la sociedad francesa. Y por el otro, la imagen de una decadencia personal, de un individuo que se convierte en el símbolo de una sociedad europea abocada al colapso, como en “Serotonina”. Nos sitúa en un futuro cercano, en 2027, donde todo confluye en nuestro protagonista, Paul Raison, un alto funcionario, asesor del ministro de economía. Raison es el típico personaje houellebecquiano, el hombre sin cualidades, un tecnócrata de buena familia que, una vez, alcanzada la madurez, se ve enfrentado a la rutina de un matrimonio desprovisto de pasión, al vacío de su existencia y la sombra de la muerte. Y los grandes enemigos, otra vez, vuelven a ser la lógica amorosa del capitalismo tardío, la ausencia de valores firmes de la postmodernidad, el nihilismo y el cinismo que circulan sin trabas a través de toda la pirámide social.

No estamos ante uno de los mejores libros del gran provocador de las letras francesas. El argumento, al menos durante sus dos primeros tercios, parece singularmente difuso, moviéndose entre el retrato generacional (la evocación de los estrenos de “Matrix” y “El señor de los anillos” es significativa), la sátira del “progresismo” (y del veganismo y el feminismo), la “novela en clave” sobre las altas esferas de la Francia del presente y hasta el tecno-thriller, sin acabar de explotar ninguna de estas subtramas.

El libro se lee bien, pero durante muchas, demasiadas páginas, nos preguntamos hacia dónde quiere llevarnos su autor. Sólo en su último tramo comprendemos que Houllebecq ha vuelto a sucumbir a la nostalgia, de una manera muy semejante a como sucedía en su anterior novela, la muy superior “Serotonina”. Si en aquella, más allá de sus reflexiones sociológicas, era el lamento de un hombre de cierta edad que descubría, al enfrentarse al inicio de su decadencia vital y física, que había desperdiciado su vida, desperdiciado la posibilidad de ser feliz que le había brindado el destino con la forma de las tres mujeres que le habían amado, en esta ocasión nos encontramos ante un canto a favor de la célula básica de la sociedad: la familia en su versión más tradicional. Houellebecq, no obstante, continúa siendo un gran realista o un gran pesimista: la mezcla de desolación y esperanza del final nos indica que se siente representante de unos valores, de una concepción de la pareja y el amor, que cree irremediablemente perdida.

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