Alaska Y Los Pegamoides: El año en que España se volió loca

“El año en que España se volvió loca” se sitúa en esa nueva línea de pensamiento crítico que pretende reescribir la Historia más o menos reciente de la música popular española y que, en líneas generales, marca la pauta de la colección “Cara B” de Lengua de Trapo. Apenas se insinuaba en los dos primeros volúmenes de la misma, dedicados al “Omega” de Morente y Lagartija Nick y “Una semana en el motor de un autobús” de Los Planetas, ya parecía más evidente en el relativo a “Cajas de música difíciles de parar” de Nacho Vegas, y se ha hecho explícito en los más recientes dedicados a “Mecano”, “El estado de las cosas” de Kortatu y este volumen sobre el único disco de Alaska Y Los Pegamoides, firmado por la veterana periodista Patricia Godes. Al respecto la autora hace una advertencia desde el primer momento: “Este no es un libro de memorias, ni tampoco una biografía del grupo –en el mercado existen dos muy buenas, escritas desde puntos de vista diferentes y complementarios-, sino un pequeño ensayo sobre uno de los discos clave tanto del pop comercial hispano como del alternativo. Intentaré asimismo dar una visión de aquella época desde el punto de vista de alguien que lo vivió de cerca, pero con una actitud crítica y una prematura sensación de desencanto”.

Y de esta forma Patricia Godes, que vivió en primera persona los años de La Movida y a la que pese a su progresivo distanciamiento podríamos calificar como una de las periodistas oficiales del movimiento -en más de una ocasión llegó a afirmar su nulo interés por volver a escribir sobre aquello. Hay que celebrar que se haya arrepentido-, arranca un interesante ejercicio de crítica social de aquellos tiempos apoyándose en la hemeroteca y el tratamiento que los medios le dieron a la irrupción de Alaska, Berlanga, Canut, Curra y Benavente en la agenda musical y cultural del momento.

Del desencanto de la autora podría deducirse que su actitud crítica condicionará su opinión de los discos de la época y, más concretamente, la valoración de este “Grandes éxitos”, pero nada más lejos. Casi desde el minuto uno se dedican palabras de elogio a Alaska a quien se considera responsable de no pocos avances de la mujer en la sociedad española: “Con su físico endomorfo, nada de moda en los años setenta, su cortesía impecable y su gusto exagerado y completamente liberado de cualquier sumisión a los dogmas del buen gusto pequeño burgués y la elegancia rancia y apolillada, Olvido-Alaska consiguió para la mujer española el permiso de ser extravagante”. O esta otra: “Si en la música popular –como en la lírica- la mujer siempre fue protagonista, en el rock no era exactamente así. Infinidad de obras de blueswomen, soulwomen, cantautoras y floksingers, cantantes country y muñecas pop llenaban las tiendas, las ondas y las colecciones caseras, pero, antes del punk, solo media docena de roqueras en estado puro. Después no se tambalearía el trono musical masculino, pero sus ocupantes, confiada y generosamente, dejaron sentarse a su lado a la competencia femenina deslumbrados en intrigados por la figura de la mujer independiente, creativa y liberada. […] En España, la pionera fue Alaska”. Sus compañeros de grupo salen igualmente bien parados, haciendo hincapié en el dandismo de Carlos Berlanga o la inteligencia musical del siempre esquivo Nacho Canut, en un retrato que no se aparta prácticamente del que la Historia oficial ha ofrecido de ellos. Las loas se extienden a Eduardo Benavente y Parálisis Benavente cuando Godes afirma rotunda “Su música, sencilla, brutal y adolescente, constituye un milagro incomprensible para los que no tuvieron la suerte de ver a su autor desgañitándose entre irónico y amenazador debajo de los focos”.

¿Dónde aparece pues ese prometido discurso crítico? A la hora de describir una Sociedad frívola y entregada al desenfreno tras la larga apatía de la Dictadura, cuando la autora embiste contra un PSOE responsable de la popularización de La Movida -efectivamente el partido de Felipe González hizo todo lo posible por apuntarse el tanto de la modernización del país, aunque no estaría de más a la hora de analizar su influencia sobre La Movida apuntar que el PSOE no llegó al gobierno hasta el 3 de diciembre de 1982-. Tampoco queda del todo clara la conspirativa tesis mediática, porque si algo demuestra el esfuerzo bibliográfico de Godes es que las defensas y los ataques a los chicos de La Movida en general y Alaska en particular fueron igualmente extremos por ambos lados, el de los defensores y el de los críticos. Y puede que precisamente por eso, haciendo buena la máxima del “que hablen de mí aunque sea para bien”, se explica hoy el éxito de todo aquello. De aquellos barros viene estos lodos concluye la autora, señalando la traición a las políticas de izquierda de unos “progres” a los que zumba con saña desde las páginas del libro. Y razón tiene, aunque si de lo que se trataba era de sacar a relucir la lista de agravios del Partido Socialista Español a la clase trabajadora, tal vez ha sobrado bombo y platillo porque esa afrenta, lejos de permanecer inédita, parece hoy más que presente que nunca. Otra cosa es que nuestro país haya encontrado todavía la manera de atajarla…

Pero, a pesar de no cumplir con los objetivos que su propia autora se marca,
“El año en que España se volvió loca” es un libro de lectura ágil y agradable (a pesar de que el uso reiterado por parte de la autora del adjetivo “carpetovetónico” puede despertar instintos homicidas en el lector) que aporta un poco más de luz a los pormenores de la grabación de un disco fundamental -con sus errores y aciertos-, cumpliendo así una función tal vez no pretendida pero necesaria en cuanto testimonio de nuestra poco documentada Historia del pop.