A pesar de lucirla en portada Los Enemigos no se tiran a la piscina en su último disco. Quizás a estas alturas no les haga falta (muchos se conformarían con una décima parte de su contundente legado), pero nosotros siempre les pedimos algo más, convencidos de que pueden darlo. «Nada» no alcanza las cotas de esos discazos que son «La vida mata» o «La cuenta atrás», principalmente porque no existe un hilo conceptual (ejem) que guíe la escucha y porque se permite sobrevivir a «T.T.L.» (¿por qué un instrumental si Josele es tan buen letrista?) o a «Razas de Caín», que demuestra que participaron gustosos en el homenaje a Rosendo. Sin embargo, el disco se aguanta sobre unas letras siempre inteligentes que huyen de los tópicos del rock urbano más tabernario y que permiten «esponjar» el sonido del disco. Así hay espacio para el ramalazo arrabalero de «Sangre, sudor y chicles de fresa», justo después de lo que parece un homenaje a Serrat (en serio, escucha «Na De Na» y verás); y también para el recuerdo al amigo desaparecido («An-tonio») y para la confesión existencial («Y cuando todo acabe / no quiero una piedra / encima de mí, sólo quiero tierra») a golpe de riff en «Me sobra carnaval».
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