A Dan Auerbach le conocemos por ser la mitad barbuda del dúo de garage-rock The Black Keys, pero puede que, a partir de ahora, también lo empecemos a apreciar por este disco en solitario que muestra, con toda la crudeza de lo auténtico, catorce composiciones de proto-rock, blues, soul y demás sonidos añejos emitidos con una clarividencia propia de quien conoce el medio a la perfección.
Pero esto que podría quedar tan sólo en una mera anécdota perdida en ese mar de referencias que nos asalta mensualmente, cobra valor gracias a unas composiciones que, pese a su rudimentaria puesta en escena, con una producción descacharrada y tan rasposa como una barba de tres días, se adueñan de tu inconsciente, conectando con ese primigenio sentimiento de autenticidad pura y sin cortar. Es como si diera en el blanco del arquetipo de la música norteamericana y lo sacara a flote con una efectividad pasmosa. Por eso te lo pones y sientes la necesidad de volver a caer en ello una y otra vez, sin agotarte. Desde la balada soul “When The Night Comes” a la oscuridad fuzz de “The Prowl” o el blues a lo RL Burnside de “Keep It Hid” hay un abanico de sabores tan grande por recorrer que no te cansas jamás.
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