Si “The Libertines” era el (sustancioso) relato de una accidentada caída, “Down In Albion” es la post-caricatura de un descalabro. Tras la vorágine de escándalos tabloides y drogas –fraguarse una leyenda, lo llaman-, Pete Doherty ha arrinconado la música (eso que en el pasado fue la vida misma para él) en un segundo plano.
La ha convertido en algo anecdótico, incapaz de dar o recibir a través de ella emociones con la intensidad de antes. “Down In Albion” se alimenta de despojos, sin siquiera seleccionarlos. Mick Jones (The Clash) parece impotente a la hora de poner orden entre los restos directamente recogidos del suelo, y Doherty no está de ningún modo preparado para grabar su “Sandinista!”. Parece más bien un fantasma vapuleado, desprovisto de la disposición necesaria para devolverle la bofetada al mundo, cosa que sin embargo consigue, con una mezcla entre la casualidad y el magnetismo romántico de antaño, en “Fuck Forever”, “Killamangiro”, “8 Dead Boys”, “What Katy Did Next”, “Loyalty Song” y –muy notablemente- “Albion”. Más de uno pensará, con razón, que lo difícil es hacer un mal disco con canciones así. La lástima es que, con el ochenta por ciento de su tiempo ocupado de uno u otro modo por las drogas, Pete Doherty no se ha tomado la molestia de fijarse en ello.
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