Cryptograms

Lo extraño de “Cryptograms”, el segundo disco de los norteamericanos Deerhunter, no es tanto que estés la mitad del disco esperando que empiece a sonar “Take Me To The Outher Side” (Spacemen 3), sino que, a los dos minutos de “White Ink” (cinco minutos de ruidos acuosos de guitarra, repetición y temblores que parecen estar diciendo “que voy” sin acabar de llegar nunca y ni falta que hace), empieces a desear que no lo haga.

Porque en Deerhunter apenas hay diferencia entre canción puente y canción de verdad como no se escuchen por separado. En todo caso, “Cryptograms” son algo así como dos discos en uno (cada uno grabado en un día y con una sola cinta hasta que se acababa) El primero, hasta “Red ink”, es tal que así: una de pajarismo y una de arena. Sin desperdicio. Pero lo mejor viene con la segunda tanda, donde pajarismo y canción se hacen un uno campeón para acabar pareciéndose a todo y nada: más repetición, más temblores, hasta convertir la canción en una especie de ecos superpuestos, sin que esto signifique perder la canción de vista (“Strange Lights” seria favorita en cualquier disco de Olivia Tremor Control). Al final, hasta dan ganas de sacar unas maracas para seguir el ritmo de “Heatherwood”.