Se cumplen 40 años de “Spiral Scratch” el disco de debut de Buzzcocks
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Se cumplen 40 años de “Spiral Scratch” el disco de debut de Buzzcocks

Carlos Pérez de Ziriza — 30-01-2017

El debut de Buzzcocks, uno de los primeros discos autoeditados en la historia del rock británico, y su labor previa de promoción de conciertos, alentaron el fermento de la independencia discográfica

40 años de “Spiral Scratch”: el aburrimiento punk que dio carta de naturaleza al indie

Decir que los Buzzcocks inventaron el indie quizá sea un ingenioso y elocuente ardid que sirva para atraer la atención del lector, haciendo que cualquier artículo multiplique sus hechuras clickbait. Pero lo que seguramente no es nada descabellado es volver a poner de relieve que, sin el ejemplo autogestionario que Howard Devoto, Pete Shelley, Steve Diggle y John Maher propinaron un 27 de enero de 1977, los contornos de todo aquello que entendemos como indie rock hubieran tardado bastante más tiempo en definirse. O no lo hubieran hecho de la misma forma. Justo este viernes se cumplen 40 años de la publicación de “Spiral Scratch” (New Hormones, 1976), el EP de debut de un cuarteto que había echado a andar menos de un año antes. La discográfica Domino lo reedita, también este mismo viernes, para conmemorar su rol seminal, su papel como acicate para que un buen puñado de bandas tomara conciencia no solo de que el virtuosismo instrumental no debía ser un peaje para componer e interpretar canciones (eso ya lo habían probado un poco antes los Sex Pistols), sino de que incluso podían llegar a prescindir del apoyo de las discográficas convencionales a la hora de poner en circulación su propia música.

El indie, ese género de géneros (o directamente, ese no género), tan vapuleado por quienes simplifican el cuento y solo se quedan con algunos de los rasgos externos de su compleja evolución (repleta de ramificaciones) a lo largo de casi cuatro décadas, puede cifrar el kilómetro cero de su incepción precisamente en ese punto. En el “Spiral Scratch” de los Buzzcocks. Porque aunque el cuarteto de Manchester haya pasado a la posteridad -con razón- como parte esencial de la genealogía punk (no hay más que ver el arco de su influencia: de Hüsker Dü o Nirvana al revival punk rock californiano), rara vez se pone el acento en que, al margen de aquel brote autogestionario, su inventiva lírica, cifrada en aquella desazón post adolescente de amoríos no correspondidos, tuvo más que ver con la dialéctica que emanó del indie británico a lo largo de los años 80 que con el nihilismo, el activismo sociopolítico o la guasona irreverencia de la mayoría de bandas de su propia generación. “Creo que Morrissey me tomó prestada la idea de las letras sin un género sexual específico”, le llegó a decir Pete Shelley al periodista Paul Lester, en una entrevista fechada en 2002.

buzzcocks con Howard Devoto y Tony Wilson detrás

Buzzcocks con Howard Devoto y Tony Wilson detrás

Con todo, aquel no fue precisamente el caso de las cuatro canciones que engrosaban “Spiral Scratch”, aún abanderadas por el aburrimiento generacional propio del sarpullido punk, resumido de forma concisa en “Boredom”, su tema estrella. La banda había dado su primer concierto el 1 de abril de 1976, espoleados por la irrupción de los Sex Pistols. Las cuatro canciones que lo formaban fueron grabadas en una sola noche de diciembre de ese mismo año, poco antes de Navidad. Para distribuirlas, reunieron 500 libras (en préstamos de familiares y amigos), se sacaron de la manga el nombre de su propio sello (New Hormones) y acordaron distribuir por su cuenta sus 1.000 copias iniciales por diferentes tiendas de todo el país, a partir del 27 de enero de 1977. Acabaron vendiendo 16.000, lo que da una idea de que el negocio les salió más que redondo. En unos meses acabarían fichando por la multi United Artists, al igual que los Pistols (EMI) o The Clash (CBS) ya habían hecho antes, pero el ejemplo do it yourself que habían pregonado antes cundiría luego en bandas como The Desperate Bycicles, Scritti Politti, Swell Maps o The Television Personalities, quienes comenzaron también autoeditando sus primeros singles. Y, lo que es más importante, en sellos incipientes como Fast Product (creado en diciembre de 1977), Factory (creado en 1978), Cherry Red (creado en 1978), Rough Trade (creado como sello en 1978, tras dos años como cadena de tiendas), Postcard (creado en 1979), 4AD (creado en 1980), Mute (creado en 1982) o Creation (creado en 1983).

El de Buzzcocks fue el primer disco autoeditado de una era punk en la que ya había precedentes de entregas en sellos independientes: el primer single de The Damned, “New Rose”, editado por Stiff casi un año antes (junto a Chiswick, dos de los sellos que podríamos considerar indies avant la lettre, fundados en 1976 y 1975 respectivamente, desde presupuestos más acordes con la new wave). Geoff Travis, el capo de la londinense Rough Trade (quienes luego contarían con The Smiths como banda franquicia), recordaba su carácter seminal en declaraciones recientes al diario The Guardian, calificándolo como “un gran disco, sensacional”. Su homólogo Bob Last, fundador del sello Fast Product de Edimburgo, lo recuerda como algo que “le voló la cabeza”, como el principal acicate para acercarse a su oficina del Bank of Scotland para pedir un préstamo y montar así su propio sello, tal y como le confesó a Simon Reynolds en su libro “Rip It Up and Start Again: Post Punk 1978-1984” (2006).

El rol catalizador del cuarteto de Manchester como agente indispensable para el fermento que dio pie al indie no acaba, con todo, en “Spiral Scratch”. Howard Devoto y Pete Shelley, el binomio que puso en marcha la marca Buzzcocks, se encargó de viajar en la primavera de 1976 a la tienda que Malcolm McLaren regentaba en King's Road para pedirle que sus Sex Pistols actuasen en Manchester. Ellos mismos se postulaban como sus teloneros. El concierto de Johnny Rotten y los suyos en el Lesser Free Trade Hall de Manchester el 4 de junio de 1976, organizado por el núcleo duro de unos Buzzcocks que finalmente no pudieron actuar (la falta de un batería y un bajista estables tuvo la culpa, y les sustituyeron nada menos que los neo hippies Solstice, quienes se marcaron una versión de 20 minutos del “Nantucket Sleighride” de Mountain) ha pasado a la historia como una de esas legendarias citas iniciáticas para toda una generación, la que marcaría los designios del pop independiente británico a lo largo de los años 80.

Sex-Pistlos-el-4-junio-1976,-foto-de-Paul-Welsh

Sex-Pistlos-el-4-junio-1976,-foto-de-Paul-Welsh

En un principio, su concurrencia se limitó a alrededor de 40 personas. Con el paso de los años, si hubiera que sumar los nombres de todos aquellos que dicen haber estado allí aquella noche -tal y como afirmaba Bernard Sumner cuando tuvimos ocasión de entrevistarle- , llenarían el estadio de Old Trafford. En cualquier caso, entre las escasas cuatro decenas de mortales que asistieron a aquel concierto estaban un jovencísimo Morrissey, Tony Wilson (Factory Records), Ian Curtis (Joy Division), Bernard Sumner y Peter Hook (Joy Division, New Order), Mark E. Smith (The Fall), el productor Martin Hannett (quien luego daría forma a “Spiral Scratch”, su primer trabajo a los mandos), el periodista Paul Morley y el escritor de fanzines Paul Welsh, autor de las únicas tres o cuatro fotos de aquella noche. Todos ellos, incluido Mick Hucknall (Simply Red), acabarían formado sus propias bandas, espoleados por un concierto en el que los Sex Pistols, todavía unos meses antes de su escándalo televisivo en el programa de Bill Grundy o de la edición de su primer single (“Anarchy In The UK”), aún dedicaban la mayor parte de su repertorio a versiones de temas ajenos.

Flyer-concierto-Pistols-Buzzcocks

Flyer-concierto-Pistols-Buzzcocks

Tan solo un mes y medio más tarde, el 20 de julio de aquel 1976, los Pistols volverían al mismo escenario, esta vez ya sí, con los Buzzcocks de teloneros. Howard Devoto abandonaría la formación en marzo de 1977, tras la publicación de “Spiral Scratch”. Lo haría para volcarse en sus Magazine, el primer nombre de una pléyade de bandas (Joy Division, New Order, The Fall, The Smiths) cuya epopeya quizá no hubiera sido la misma sin el estímulo que para todas ellas representaron los escarceos promocionales y autogestionarios emprendidos por aquellos jovencísimos Buzzcocks, hace cuarenta años.

 

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