Sumergirse en el nuevo trabajo de Zola Jesus no es una experiencia placentera. Primer aviso. El sexto álbum de Nika Roza Danilova (o Nicole Hummel) supone su regreso a Sacred Bones, el sello discográfico de Brooklyn que impulsó la carrera de la cantante y productora en sus primeros años y que ha lanzado todos sus álbumes, a excepción de Taiga (Mute, 2014). Coincide también con la vuelta a su Wisconsin natal, donde se ha construido una casa en el bosque. "Take me home”, susurra en Doma, la canción que abre el disco. Pero no es un disco de bienvenida.
Okovi es un álbum menos rítmico y más íntimo que su predecesor, cargado de enigmas oscuros y sentimientos de dolor, tristeza, miedo y, en menor medida, amor y consuelo. Su título hace referencia a una palabra que significa "grilletes" en la mayoría de los idiomas eslavos. Grilletes que representan un purgatorio personal entre la pulsión por vivir y el impulso hacia la muerte. Desde la publicación de Taiga, Danilova ha pasado por varias experiencias cercanas a la muerte. Un amigo íntimo fue diagnosticado con cáncer, otro intentó suicidarse (dos veces) y ella misma se sintió atraída por la gravedad de la depresión. Okovi refleja estas historias en repeticiones tanto oblicuas como directas. Segundo aviso.
El primer tema Doma no da demasiadas pistas de hacia donde nos lleva este viaje. El ambiguo canto electro-gregoriano que inicia el disco podría ser tanto un soplo de vida como un aliento de muerte. En cualquier caso, no nos prepara para lo que viene a continuación: Exhumed. Un vendaval de magnificencia que combina ritmos industriales con cuartetos de cuerda que palpitan furiosos. Como una película de terror, la canción sugiere que hay alguien detrás de la puerta, alguien que viene a buscarnos. La temática mortuoria impregna cada tema del disco. Incluso en narraciones ficticias como Soak, en las que “interpreta” a una mujer que prefiere matarse antes que ser asesinada, resuena un eco estremecedor. La canción parece un forma de externalizar su propio deseo de muerte, conectándolo con el arquetipo romántico de locura fémina en la tradición de Ophelia o Virgina Woolf.
En Ash To Bone retoma el pulso minimalista, con la voz operística de Danilova (mitad Björk, mitad Evanescense) acompañada sólo de chelo y violín. Una instrumentación que se torna verdaderamente dramática en los dos temas centrales del disco, dedicados a su amigo suicida. En la tristísima Witness anhela con “quitarte ese cuchillo”. En la punzante Siphon insiste: “preferimos limpiar la sangre de un hombre vivo”. Apelaciones directas que evocan una urgencia inédita en su obra y que las diferencian de otras reflexiones existenciales, más abstractas, que la cantante exhibía en anteriores entregas.
Veka da cabida a preguntas sin respuesta sobre su legado (“¿A quién vas a encontrar cuando todo lo que eres es polvo?”) rememorando el célebre poema de Percy Shelly Ozymandias sobre la futilidad de construir algo que perdure más allá de la muerte. Pero lo hace sobre un beat gótico casi bailable. Y es que sorprendentemente, y pese a la insistencia temática, Okovi es musicalmente el disco más heterogéneo de Zola Jesus. La cantante ha tejido un sinfín de recursos estilísticos (del ruido industrial a los pasajes ambientales) para hacerse al fin un traje a la medida de sus capacidades vocales.
La recta final de Okovi intercala ritmos ondulantes propios de la cold wave más siniestra (Wiseblood), pulsos mecánicos a lo Nine Inch Nails (Remains) y epifanías cercanas a la new age (en Half Life los gorgoritos mórbidos alcanzan cotas absolutamente febriles).
Por todos sus oscuros significantes, por la densidad claustrofobia que alberga, Okovi es un disco difícil. Por más que Danilova encuentre alivio a sus conflictos internos en esta obra, la escucha continuada de Okovi provoca una ansiedad galopante en el oyente. Pero es un discazo. Tercer y último aviso.
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