Cuando parecía que el hueco de Zedd en la música estaba más que consolidado. Aparece “True Colors” (Interscope Records) y tira todo por la borda. El regreso de Anton Zaslavski está repleto de intentos fallidos, canciones pop innecesarias y algunas cursilerías varias que marcan la línea de un álbum carente de innovación.
Conforme avanzan las canciones descubrimos que el interés de Zedd por diferenciarse del resto del gremio es nulo. Parece ser que las ganas de mantener su estatus como celebrity es lo único que le importa al Dj y que captara nuestra atención con “Clarity” en 2013 solo fue casualidad. Vuelve a recurrir a las voces femeninas y el abuso de sintetizadores que no llevan a nada (“Addicted to a Memory”). A fórmulas que nos resultan familiares, pero a la vez nos desconciertan (“Bumble Bee”). Y eso que para la presentación del disco saco sus ‘mejores’ armas a relucir. Utilizando a Ryan Tedder en el terreno de la composición y Selena Gomez para incitar al morbo (“I Want You To Know”).
Si lo que buscaba Zedd era definir su estilo basándose en el dubstep de segundas contaminado de pop. La jugada no le ha salido nada bien. Incluso sus propios compañeros se avergüenzan del resultado final de la secuela del Dj y no han dudado en expresar sus emociones por las redes sociales (véase el caso de Diplo). A sus 25 años Zedd ya ha comprobado lo cruda que puede ser la audiencia cuando no se hacen bien las cosas. Puede que el principal problema de todo esto esté en que el Dj no sea capaz de generar interés al margen del provocado en unas cuantas colaboraciones (como es el caso del “Break Free” de Ariana Grande) y que sea incapaz de afrontar el peso de un álbum por sí solo.
Letras absurdas sobre el amor y las rupturas (“Vamos a vivir esta noche como luciérnagas) y una fábrica de ruido que no funciona ni siquiera con el público más dócil. El perfecto ejemplo de que la falta de personalidad demuestra que estar en la cresta de la ola no lo es todo.
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