El jazz no forma parte del imaginario de la música popular desde el principio de la década de los 90. Haber luchado porque el público entienda que sin jazz no existirían muchas de las cosas que ahora bailan, ha sido una tarea infructuosa. La actualidad va por otro camino.
Desde hace casi 25 años, el jazz ha sido relegado a una escena escandalosamente minoritaria en la que se podía encontrar a los historicistas insistiendo de manera conservadora en lo mismo de siempre, y a los que, por mucho que se empeñaran, no acababan de llevar la vanguardia a ninguna parte. Daban unos conciertos llenos de virtud pero de una emoción poco perdurable. Ha habido perlas, sí, pero desgraciadamente, nacidas en criaderos. Y no es que de pronto esta debacle se haya resuelto con un álbum, pero al menos nos llevamos el interés sobrevenido de unos cuantos por el jazz que se practicaba en los 60 y los 70, y eso es grande.
Steven Ellison ha ido viajando poco a poco desde el hip-hop hasta el jazz, recalando en la denostada herencia de los LTJ Bukem y 4Hero, que al final de la era del jungle se empeñaron en demostrar que podían apoyar su creación en pilares como el “Bitches Brew” de Miles Davis, o la reconversión de la carne al espíritu que vivió John Coltrane cuando se unió a Alice, emparentada con el creador de “You’re Dead”. Aquí hay elementos de todos ellos, unidos por el único pegamento de la libertad creativa que emana del hip-hop, no por el free-jazz. Cuidado, sabemos de dónde venimos pero no hacia dónde vamos. En ese sentido, antes de echar las campanas al vuelo planteando que el viaje psicotrópico de este disco sea la salvación de un género, conviene repasar el rupturismo valiente con el que se grabaron sus antecesores, y pensar en el coitus interruptus de Miles Davis con el hip-hop, o en las gracietas facilonas que auspició Blue Note hace 20 años; aquí es donde gana de calle Flying Lotus en 19 pequeños capítulos de un todo que sirve como honroso ojo de cerradura a través del que podemos asomarnos a un universo intacto desde hace décadas, que en 2014 se muestra engrasado y listo para que ocurra algo grande, motivo por el cual, este no es un disco para exclamar, “qué mierdas es esto”, sino, “qué mierdas ha hecho este”, que no es lo mismo.
Todo lo que hay en “You’re Dead” existía un día antes de su creación, pero no con esta fuerza y esta falta de complejos. Ahora, a mirar hacia adelante. No somos distintos después de escucharlo, sino más ricos en sentimientos.
Lo mínimo que se pide a un crítico de música es que sepa escribir. Dice el Sr. Obón lo siguiente: 'Daban unos conciertos llenos de virtud '. ¿Virtud o virtuosismo? Son cosas muy distintas.
Por otra parte, una crítica bastante pobre de alguien que quizá ni se ha escuchado el disco y se ha leído lo qu
¿Está haciendo una crítica del disco?¿se lo habrá escuchado?¿de qué opina? No entiendo naaaaaaaaaa