Solo he tenido la ocasión de ver a Yola en directo una sola vez. Fue en noviembre de 2019 como telonera de Greta Van Fleet en el Sant Jordi Club de Barcelona y, pese a no jugar con las mismas condiciones de sonido y tiempo, para mi se los comió con patatas. En aquella ocasión estaba presentando su aguerrido primer largo “Walk Through Fire” y dejó constancia de ser toda una fuerza de la naturaleza, gracias a un registro vocal que podía pasar de lo rugoso y fiero a la tonalidad más alta y cristalina. Sin embargo, había algo que iba más allá de una increíble voz. Las canciones tenían ese poso country-rock contundente a las que Yola insuflaba la fiereza del soul sureño, muy en la línea de lo que Brittany Howard llevaba realizando con anterioridad y con muy buenos resultados con sus Alabama Shakes.
Desde finales de 2019 hasta la fecha tan solo ha transcurrido poco más de un año y medio pero, bajo las circunstancias de la pandemia, parece que haya pasado mucho más tiempo. Tanto es así, que la evolución de Yola de ese primer disco al que hacía referencia a este “Stand For Myself” que nos ocupa, parece haber tenido la misma celeridad en su crecimiento que los protagonistas de la última película de M. Night Shyamalan. De entrada, es evidente una búsqueda de un sonido mucho más sofisticado, menos rugoso y crudo. Un sonido de purpurina y champán rosado para el que Dan Auerbach (The Black Keys) -que repite en las labores de producción- se ha rodeado de todo un elenco de veteranos en esto de las sesiones de grabación. Gente como Bobby Wood y Billy Sanford, pero también instrumentistas de contrastada solvencia como el bajista Nick Movshon (Amy Winehouse, Bruno Mars) el batería Aaron Frazer (Durand Jones & The Indications) o los coros del cuarteto de gospel The McCrary Sisters o incluso de Brandi Carlile. Un equipazo con el que nada podía salir mal excepto una cosa: que uno acabe echando de menos la fiereza de antaño, y el disco rezume un tufo de intencionalidad comercial, de ese querer aupar a Yola por la vía rápida, que acaba siendo la peor baza a la que se enfrenta y que para mi entierra parte de la personalidad que atesoraba la de Bristol.
“Stand For Myself” es un álbum muy pensado. Las canciones están muy bien basculadas y puedes encontrar un buen número de baladas (demasiadas) de regusto clásico que no hubieran desentonado en el cancionero de Dusty Springfield (“Like A Photograph”, “Great Divide”, “Now You're Here”) a temas de soul-pop azucarado (“Dancing Away In Tears”), pasando por el clásico medio tiempo soul (la estupenda “Starlight”) u otros con un poquito más de punch (“Whatever You Want”, “Break The Bouhg”) , aunque no demasiado. Y es que esa sensación que desprende el disco de ir con el freno de mano puesto, planea sobre cada uno de los surcos. Y eso que el álbum es toda una declaración de intenciones, en la que Yola se reivindica a sí misma y nos azuza a actuar, a no quedarnos quietos ante la injusticia que nos rodea. Solo hay que escuchar esa joya que cierra y da nombre al álbum para darnos cuenta de ello. Más temas como ese y realmente lo borda.
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