Los "tambores" abren la compuerta de la tercera "guerra" del grupo donostiarra Yo Ciervo. Siete temas en los que de nuevo mezclan con naturalidad el euskera y el castellano, y en los que también se dan la mano sus dos banderas estilísticas, la más cercana al indie y la que abraza el punk rock sin remilgos. Está claro que le han tomado el pulso a dicha fórmula y saben disparar a conciencia aprovechando los recursos de cada opción para dotar a las canciones de una riqueza de matices sorprendente que no barroca.
El tema que abre el álbum, "Behartuak", lo hace con dureza, apostando por la distorsión y la velocidad, pero con un principio de estribillo que a más de uno le habrá sonado a un clásico de Barricada. "Gorrotoaren norantza" continúa con las distorsiones pero cambia el tiempo, en una transición modélica que empuja a su vez hacia otro registro vocal y termina con arreglos de viento que no hacen sino colocar al tema más alto si cabe. De nuevo los "tambores" marcan un cambio, en este caso hacia el castellano, con "La guerra de la independencia", en la que ahora sí, se da rienda suelta a la voz melódica más indie. Estructura sencilla, que no simple, de bajo, guitarra y voz ejecutada con honradez m s que suficiente para llegar a las emociones.
"Lucha de egos" rompe de nuevo el tempo del disco, consiguiendo la tan deseada heterogeneidad que aleja del aburrimiento y convirtiendo a las guitarras distorsionadas en ejemplar sustento de sus “ideas” a la par que en podio notable para “escuchar su voz”. "No comprendo el misterio", sin perder la esencia, se convierte en el corte más relajado, pero no por ello menos incisivo, ya que cuenta con picos en los que el grupo desata por momentos su lado más crudo. "Propano", en cierta manera, repite la fórmula de guitarras entrecortadas presentada en "Lucha de egos", dando lugar al tema más directo y estresado en lo vocal, dejando la sensación de que el gas se ha quedado abierto y está a punto de explotar.
El disco acaba con "Salba nazazu", cuyas guitarras iniciales recuerdan indefectiblemente a Gatibu y a Berri Txarrak, un regreso final al euskera que pone la marca de la casa a uno de los mejores cortes del álbum, con un final in crescendo, utilizado con acierto regularmente y apoyado en coros que no sobran sino que acercan todavía más la canción a los tí mpanos de la emoción. En resumen, el trío ha cerrado el círculo de su particular fórmula mágica, en la que despuntan sin rubor las seis cuerdas distorsionadas y una voz que sabe apretar e incluso cambiar de registro si es necesario; eso sí, el bajo en más de una ocasión ha sido escondido de forma ostentosa, una pena.
Yo Ciervo, a través de esta trilogía, se ha hecho con un repertorio notable que dar mucho juego en directo por su versatilidad, con temas que juegan entre sí e interiormente, que permiten el disfrute sin caer en la desidia y que llevan al oyente mecido en olas de intensidad no exentas de ideas y mensajes que se cuelan por los poros casi sin darte cuenta. Quedamos a la espera de si Jekyll o Hyde el que gana esta guerra por la independencia o si, como buenos lados de la misma moneda, permanecen juntos en armonía.
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