Tras su imprescindible “Manifiesto” (20), alegato a la libertad sexual y creativa en ocho pasos que lanzó junto al malagueño Toni Martín, donde daba voz a poetas homosexuales como Pedro Lemebel o Álvaro Prados, el inquieto creador y cantaor gaditano Álvaro Romero comenzó una alianza junto al productor lisboeta Pedro da Linha, dialogando y jugando con el folclore luso y el flamenco, electrónica de por medio. El proyecto se presentó con éxito en festivales como Monkey Week o la Bienal Flamenca de Sevilla. Romero reaparece ahora como Yeli Yeli, retomando esa fuente y raíz diversa, firmando “Jamón, Romero y Chocolate” (titular de una crítica que intentaba definir con sarcasmo la propuesta musical de Álvaro Romero, resignificado ahora por el propio artista, dándole título a este nuevo y brillante trabajo), diez canciones donde, con el flamenco como base, se mezclan sabores y ritmos electrónicos en una bacanal sonora apasionada y auténtica, del pasado al futuro, en continuo juego y diálogo, fundiéndose, ensuciándose y enriqueciéndose mutuamente. “Yeli Yeli” es el nombre que recibe el ritual gitano del pañuelo, que se realiza para comprobar que la mujer llega virgen, pura al matrimonio, y hace referencia a los cantes gitanos de alboreá, cantos “al alba, al amanecer”, el momento más virginal del día; canciones de júbilo y fiesta interpretadas después de la ceremonia de comprobación, para celebrar y festejar la virginidad de la novia entre las familias de los recién casados. Y de ese festejar sin fin parte Romero para experimentar con diversos palos flamencos, celebrando la rica y verdadera esencia impura y libre del género; a corazón abierto, expandiéndola, mezclándola y conectándola con los éxodos más bailables de la música ibérica y urbana, empapándolo todo de adictiva y sudorosa electrónica bajo una gran luna que se torna bola de espejos, girando a ritmo de rave, verbena y fiesta gitana al mismo tiempo.
Así, del “Chavico” inicial, cante jondo que zigzaguea entre el kuduro y el dancehall, vamos a la “Corralera” sevillana, con sus “riapitá” y “maribé ué” flotando en la electrónica industrial más afilada y percusiva, o a un atmosférico y hechizante “Gurugú”, rebosante de sonidos rotos y electrónica con aroma oriental; con letras, todas, que van como una flecha, de la sabiduría popular flamenca y coplera, directas a lado izquierdo del pecho, reflejando lugares comunes, alegrías, dolores y mal de amores de ayer, hoy y siempre: “La gente, la gente, / personas que se han querío, / chavales que se han querío / y se encuentran por la calle, / o se quedan muy cortaos / o se hacen un desaire / o se ponen coloraos”.
De esos quereres con espinas y “no poder vivir sin ti”, rescata el clásico de Junco “El amor que te tengo a ti”, envuelto en una fina bruma electro pop y extra de compás y desgarro cañí, pasando por los mismos quebrantos y laberintos del corazón en la fantasmagórica “Rumba” a fuego lento; para seguir el hermanamiento sonoro y combativo por los caminos bastardos y enriquecedores del mestizaje, floreciendo cuestiones como el machismo, los roles de género o la marginalidad racial, implícita en muchas letras clásicas y filtradas por su sentir, como “Porque la sangre me brota”, con letra de Romero y tradicional, o una fascinante y resignificada “Ángel negro”, bolero de Machín con aires astur-galaico-portugueses, gaita incluida y finísima patina electrónica para la ocasión.
El pañuelo saldrá limpio y celebramos la impureza hasta el final, con el ingrato y solemne olvido de los amantes en la coplera y flamenca “Los lamentos de un cautivo”, pasando por la alboreá de ritmos tribales y afro electrónicos de “Yeli Yeli” o la amalgama embriagadora de sonidos de ida y vuelta, de La Habana a Cádiz, en los tanguillos con brisa electrónica de Anatolia de “Tiritiritirititiritirititirititran”, sin olvidar esa “Colombiana muxe” como otra de las joyas más libres y personales de este “Jamón, Romero y Chocolate”, con letra propia de Romero, y Bronquio avivando el fuego a los mandos de la producción compartida.
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