Iras Fajro
DiscosYamila

Iras Fajro

7 / 10
Alan Queipo — 04-02-2019
Género — Electrónica

Hay discos que no lo son. No pueden serlo, de hecho. O, al menos, sería injusto valorarlos solo de esa manera. Eso es lo que sucede con “Iras Fajro”, una suerte de poema visual cuyo destino parece más cerca de la performance en un museo de arte contemporáneo, o en algún circuito de música de cámara del futuro, que de la estantería de la Fnac.

El debut oficial de esta española, que aún no es profeta en su tierra y vive a caballo entre Bélgica, Holanda y España y que ha demostrado galones en algunos de los escenarios y festivales más exigentes de Europa (desde festivales de arte sonoro a espectáculos de danza u ópera), consigue exprimir la sonoridad de su violonchelo (instrumento central en su proyecto) hasta crear cierta confusión y fundición sonora: por momentos, parece que el violonchelo es una máquina; en otros, que las máquinas suenan a madera.

Quizá el tratamiento de las texturas y esa conexión mestiza de herramientas es lo que más sobresalga del debut de la española. Deslumbra cuando atenaza en un tratamiento entre naif y místico de la música industrial (“Antrik” es el mejor ejemplo), o cuando se acerca a las cavilaciones futuristas de la música clásica o cuando demuestra cintura y versatilidad al aliarse a artistas de raíces tan diferentes como el productor británico de música electrónica Chris Clark (uno de los artistas insignia de WARP) y el ¿ex? flamenco Niño de Elche.

Sin embargo, la tensa densidad en exceso, y ese aire etéreo, amelódico y contemplativo consigo mismo, como una Björk mutante que hemos visto replicada en varias artistas en estas últimas dos décadas, nos saca en muchos momentos de los más de 40 minutos de duración. En cualquier caso, el primer paso de Yamila la posiciona como una artista que busca integrarse en el circuito musical desde frentes como el de la performance, el arte sonoro o la alquimia entre la música de cámara y la electrónica de vanguardia, saltándose todos los pasos intermedios: una rara avis en un circuito necesitado de artistas que propongan más experiencias que canciones.

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