Woven Hand va camino de conseguir ese halo a veces tan perseguido como es el de formar parte de esa anhelada categoría de banda de culto con una base de seguidores que aumenta con cada nuevo movimiento de su ídolo. David Eugene Edwards observa en que nadie se preocupa ya por su pasado (Sixteen Horsepower) y, en cambio, se analiza su presente con lupa. En cuanto al futuro, solamente el tiempo nos dirá hasta dónde podrán llegar los horizontes de este apasionante artista.
“Ten Stones” es otra piedra en un muro que están levantando tanto los aficionados a la música americana de raíces como a los discípulos del rock más oscuro. Su personalidad es tan marcada y férrea que no conoce límites. A Edwards nunca le tiembla el pulso a la hora de moverse entre géneros. Y es que ya “Mosaic” fue de esa clase de discos que consigue poner a todo el mundo de acuerdo, uno de esos trabajos casi en extinción.
Con “Ten Stones”, este embajador del mensaje de Dios ha rebajado en parte la intensidad tan abrupta de pasos previos (aunque hay mucho de macabro en temas como “Not One Stone”), para volver a aproximarse a los parámetros de Sixteen Horsepower, con pasajes más ambientales (“Cohawkin Road” y “Iron Feather”), más místicos, bajando pulsaciones y sin facilitar nunca la digestión. Y no podemos olvidarnos de la ruidosa e incómoda “White Knuckle Grip”, en cambio “Quiet Nights Of Quiet Stars” se amansa sobre la bossanova de Jobim. Incombustible.
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