Si no fuera por el uso y abuso que de la palabra entrañable se hace en todas partes, el calificativo vendría que ni al pelo para enjuiciar el tercer álbum del quinteto sueco. Nada de lo que proponen es en absoluto rompedor, ni singular, ni afilado. Pero, al igual que ocurre con paisanos suyos de ahora (Speedmarket Avenue, Peter Bjorn and John) o de antes (Popsicle, Eggstone, Wannadies), está todo tan rematadamente bien delineado, tan delicadamente construido, que “Work” es uno de esos discos que, casi sin avisar, se convierten en deliciosos compañeros de viaje. El extenuante (a confesión propia) trabajo en Seattle a las órdenes de Phil Ek (Built to Spill, The Shins o Band of Horses), quizá buscando ahondar en un mercado, el americano, que siempre les ha acogido bien, ha dado sus frutos en un puñado de euforizantes melodías que comulgan con los exultantes estribillos de Arcade Fire (“Walls”, “Fall Hard”) a la manera en que lo hacían los desaparecidos Tupelo Honeys. Para cuando bajan el pistón y se ponen tiernos en “Play The Game”, “The Candle Burns Out” o “Too Late Too Slow”, uno ya está convencido de que por mucha melaza que le pongan, nunca llegan a empalagar.
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