V.

Desde la misma estética retro de sus portadas, los californianos Wooden Shjips siempre han puesto las cartas encima de la mesa. Lo suyo es una reescritura (y celebración) de las esencias psicodélicas del verano del 67 con un punto obsesivo y minimalista que remite también a las cadencias espartanas de Velvet Underground y compañía; curioso y fructífero diálogo Costa Oeste-Este. Lo bueno es que han trascendido el mero revival nostálgico en el que suelen caer los que se empeñan en resucitar sonidos míticos del pasado. Las guitarras caleidoscópicas de Erik “Ripley” Johnson y el sólido y siempre contenido trabajo de sus tres compañeros tiene mucho que ver.

Concebido como bálsamo contra la negatividad que nos persigue de unos años a esta parte, disco de espíritu puramente “veraniego”, su quinto trabajo se ha tenido que sobreponer, no obstante, al ambiente apocalíptico del verano de 2017, cuando enormes incendios forestales cubrieron de cenizas la Costa Oeste norteamericana.

Pese a unos fuegos que parecían poner paisaje al clima político de su país, el cuarteto no se dejó vencer por el fatalismo, y el espíritu hippie de la colorista portada así lo atestigua. Desde la hipnótica "Eclipse" al emocionante solo de "Ride On", la banda apenas se mueve de sus postulados estéticos minimalistas, su sonido añejo nada estridente y los solos espaciales; aunque hay alguna sorpresa como los vientos engarzados con las guitarras de esta misma canción, la percusión de "Golden Flower" o el teclado alienígena de la estupenda "Already Gone". El tono luminoso de ésta o "Red Line" predomina en un álbum en el que siguen depurando las virtudes de su hipnótico mundo retrofuturista. Puede que a algunos echen en falta más fuegos artificiales, pero no se puede discutir la coherencia de los de San Francisco, ni su sincero amor por una forma de entender la música que se resiste a envejecer.