Con Deerhunter jugando a ser los Strokes y a falta de saber lo que nos depara lo nuevo de MGMT, el segundo disco de Youth Lagoon se convierte en el gran compendio de psicodelia pop de lo que llevamos de año, además de una nueva demostración de que los presupuestos cortos no son (no deben ser) obstáculo para el preciosismo y la imaginación desbordada. Dice Trevor Powers que “Wondrous Bughouse” es un canto a la vida que surge de su horror ante lo que significa la muerte (“you’ll never die, you’ll never die”, repite obsesivamente en “Dropla”). Y a partir de esta dicotomía se construye un álbum en el que su voz asustada parece sorprenderse a golpe de melodía y realidad (sonora) distorsionada. Hay un poco de los Beatles y de Barrett, claro, y también de Ayers y de los Mercury Rev de la etapa David Baker. Un paseo extrañado por el lado más ácido de la vida que tras las buenas vibraciones que transmitía su debut definitivamente pone en el mapa al joven músico de Idaho.
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