Si tuviera que definir de algún modo la música de Wolf Alice, diría que es consistente. El grupo londinense sabe cómo confeccionar canciones que prácticamente se pueden tocar o masticar. Por la tangibilidad y robustez que les proporciona su sonido, sus melodías y sus instrumentos. Mezclando constantemente lo sucio con lo limpio; a veces desdibujando la voz y haciéndola fantasmagórica entre guitarras y baterías altas, otras desnudando la estructura de una balada a piano al más puro estilo clásico. Pero siempre defendiendo toda su obra a capa y espada, transmitiendo una confianza y una presencia que solo son propias de unos pocos afortunados. Todo eso está en este “Blue Weekend”, el nuevo disco de Wolf Alice que llega cuatro años después del fantástico “Visions Of A Life”, el cual les dio el merecido Mercury Prize en 2018.
Los que hemos visto a Wolf Alice en directo sabemos qué tipo de público mueven y qué show ofrecen. Una propuesta, por supuesto, punkarra, pero a su manera. Con momentos más o menos soft o introspectivos, en los que la voz de Ellie Rowsell es la protagonista de la fiesta, pero sin resultar demasiado cursis. Porque, cuando menos te lo esperas, de repente has perdido a todos tus amigos entre la pista, tu pelo está empapado de cerveza y tus pies no están tocando el suelo. Sí, los pogos eran algo que existía antes de que todo esto pasara (y volverán, tranquilos). Y esa energía pasional e hiperactiva es la que desprende este nuevo disco, en el que te puedes encontrar temas más agresivos (“Play The Greatest Hits”, “Smile”), pero también atmosféricos (“The Beach”) e incluso dulces (“No Hard Feelings”, “Safe From Heartbreak”, “How Can I Make It OK?”).
Sin embargo, para mí lo que hace de Wolf Alice una banda única que prosperará en el tiempo es su maestría a la hora de hacer canciones que mezclan varios de esos moods mencionados. Algunas de sus composiciones me recuerdan al sonido grandilocuente que transmitía David Bowie, como por ejemplo la magnífica “The Last Man On Earth” o la envolvente “Feeling Myself”. Son temas que no tienen prisa en romper o desembocar en un universo lleno de sintetizadores, baterías y guitarras distorsionadas. Lo hacen poco a poco, avisando al oyente de que algo gordo está por venir, pero haciéndole disfrutar de las vistas del camino de la canción. Wolf Alice saben exprimir esa capacidad de contención al máximo, despertando un sinfín de emociones en tan solo cuatro minutos y medio. Algo que está en peligro de extinción desde que la era de la inmediatez se instaló en nuestras vidas.
Las manos de Markus Dravs en la producción han sido también claves para que “Blue Weekend” suene como suena. No podemos pasar por alto que él ha estado presente en trabajos de gente como Björk, Florence + The Machine o Arcade Fire, artistas o grupos que también comparten ese don de hacer canciones épicas o majestuosas. En “Delicious Things”, Ellie canta sobre no encajar en una ciudad como Los Ángeles. Y no nos extraña. De hecho, creo que lo que hace que Wolf Alice tengan la magia que tienen son sus orígenes. Y ya van no sé cuántos grupos o artistas buenos que salen de Londres.
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