Los irlandeses más chuzos del punk, Flogging Molly, se han quitado de encima la resaca de "Drunken Lullabys", su anterior marca, y han vuelto a enganchar un pedo de los de órdago.
Pedirles a estas alturas un soplo de aire fresco sería como sugerir a Shane McGowan que diese negativo en un control de alcoholemia durante una noche de desmelene. Es precisamente el inmovilismo la fórmula que mejor les funciona a estos afincados en Los Angeles.
Y en este disco parece que el espíritu festivo de San Patricio impregna cada uno de los cortes con más saña que de costumbre. Ya el inicial fogonazo de "Screaming At The Wailing Wall" destila una atmósfera que nos teletransporta a los momentos álgidos de parranda de "Rum, Sodomy & The Lash", la piedra angular del rock irredento de taberna.
Y ahí no queda la cosa porque en "The Seven Deadly Sins" aumentan el caudal de guitarras que se mezclan en una orgía etílica de acordeones, violines, flautas, mandolinas y banjos, y apenas bajan la guardia en el número más amable del paquete: "Factory Girl", donde se marcan un apaciguado dueto con la cantante alt-country Lucinda Williams.
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