Tras 39 años de aventura y más de una docena de elepés, no deja de resultar curioso que Wire saque un disco que se llama precisamente como el grupo. Como si todo empezara, como si todo estuviera por hacer, como si quisieran alejar el fin volviendo al principio. Curioso y a la vez paradójico, o esclarecedor o reconfortante, dependiendo del lado, de la óptica, del momento vital desde el que se mire.
Su momento vital, con la entrada del joven Matthew Simms, es el de dejarnos otro aldabonazo en la piel, otra marca sónica en nuestras heridas, tras los potentísimos "Red Barked Tree" y "Change Becomes Us" (aunque este último jugara con la ventaja de utilizar canciones de cuando estaban en la cresta de la ola). Además aquí hay un paso más, hay una búsqueda, un misterio, una sensación de desvío, de recodo, de descanso (re)activo, de reivindicación propia, de recordar a uno mismo, haciendo una cosa no tan parecida. Por eso hay canciones que ahondan en antiguos modus operandi (como el primer single “Joust & Joustle”) y otras que se despliegan anómalas y libres, como la inicial e iniciática “Blogging”. Y como en todo buen camino de reencuentro, lo entendemos toda al final con ese trío de ases, sin trampa ni cartón, que son “Split your ends”, “Octopus” y “Harponeed”
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