Tras el abrumador éxito que supuso su anterior trabajo “A ala B” (bIDEhUTS, 2012) que les llevó a tocar más de 200 conciertos por toda Europa, Willis Drummond (WD) decidieron parar. Una decisión que sorprendió a propios y extraños, ya que, en lugar de aprovechar para explotar esta ventajosa situación, prefirieron parar para, precisamente, no acabar siendo devorados por su propio éxito. Una decisión compleja, pero inteligente a largo plazo.
Porque regresar tras un parón siempre resulta complicado, en un momento como el que vivimos donde: los artistas están obligados a mantener cierta continuidad para no desaparecer del panorama musical. Aunque, hay que reconocer que no han sido, precisamente, unas vacaciones para los componentes de la banda. Pues, todos ellos, han dedicado este tiempo a madurar y participar en múltiples proyectos que, sin duda, han enriquecido sus cualidades musicales.
Todo este proceso le ha sentado fenomenal a WD. Su nuevo álbum es, sin duda, el mejor que han editado hasta la fecha. Era complicado superar las expectativas tras su trabajo previo. Pero, “Tabula Rasa” (Tabula Rasa Records, 2016), resume a la perfección la evolución que los componentes de la banda han tenido durante estos años. Una consecuencia lógica de las decisiones tomadas.
El trabajo, autoeditado en su sello, contiene 11 cortes co-producidos junto al productor australiano-canadiense Burke Reid (The Drones, Olympia, Young Empires…), quien ha sabido definir el sonido de una banda que continúa creciendo y madurando. Temas como “Athabasca”, “Joan Ikustera, “Ekiraino” y “Hondamendi hontan” son la muestra clara de lo que son WD. Riffs potentes, estribillos pegadizos y letras con contenido que confluyen en unos temas contundentes y directos que recogen perfectamente la energía que la banda transmite en directo.
La definitiva incorporación de Joseba B. Lenoir como guitarrista ha sido otro de los aciertos. La seriedad y el buen oficio de este animal de escenario aportan mucho músculo a la maquinaria de WD. Y, esto es algo que se nota en este nuevo trabajo, donde destaca su gran labor en el empleo de las guitarras. Sin grandes ni pretenciosos solos. Desde esa innata humildad que le caracteriza, su guitarra está, en todo momento, a disposición de la música. Cada elemento encaja a la perfección.
Porque WD son una banda de las de verdad. Sin grandes liderazgos. Donde cada miembro aporta y son necesarios para construir un sonido reconocible y apetecible para todo tipo de público. Con una base rítmica contundente y precisa como la que conforman Xan Bidegain al bajo y Felix Buff a la batería, junto al lirismo y personalidad que aporta Jurgi Ekiza con su enérgica voz y sus letras: tan sutiles como reivindicativas.
Un disco sin altibajos y que permite redescubrirlo en cada escucha. Un trabajo fresco y completo en todos los aspectos. Con una producción muy cuidada en cuanto a estructuras y construcción sonora de las canciones. Incluyendo un par de temas instrumentales que ayudan a reposar una escucha que resulta tan amena como intensa.
El renacer de una banda imprescindible en nuestra escena. ¡No os los perdáis!
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