Me voy a permitir el lujo de ser un poco malicioso, pero es que el tercer trabajo en solitario de Alela Diane se presta a ello. Y se presta porque el giro estilístico realizado es tan forzado como la imagen de portada. Una foto en la que Alela Diane nos muestra su mejor perfil, con un corte de pelo más sofisticado que la melena hippie que lucia con anterioridad. Y es que con su cabellera ha sucedido lo mismo que con su música, que ha pasado de exudar el incontestable aroma a pachuli de su peculiar folk intimista para someterse a los cánones más establecidos del rock americano más clásico. Lo malo es que no siempre consigue mantener el tipo que excelentes canciones como “To Begin”, “Suzanne” o “Of Many Colors” requerían para que admitiésemos el giro del todo sin emitir queja alguna. Y es que por lo visto buena parte de culpa la ha tenido la participación del ahora guitarra de su banda, pero también esposo de la cantante, Tom Bevitori, quién firma junto a Diane cuatro de los diez temas del disco. Tampoco deja de ser curioso que otros tres muestren otra coautoría, esta vez con Tom Menig, el otro guitarra de la banda y para más inri padre de la cantante. Por tanto, todo parece quedar en casa en este intento de lograr composiciones mucho más asimilables por el gran público estadounidense. Canciones que suenan amables, nada disonantes, pero que no logran transmitir esa magia intangible que hace que una obra de estas características pase de correcta a sublime.
Esta buenísimo este disco.