Cruel Country
DiscosWilco

Cruel Country

8 / 10
Don Disturbios — 29-05-2022
Empresa — dBpm/Anti
Género — Alt-Country / Americana

No deja de tener su gracia y, en el fondo, sería un buen ejemplo de esa máxima tan cinematográfica de que un hombre no puede escapar a su destino. Te pasas media vida artística rehuyendo de una etiqueta, una sonoridad, un legado y, cuando la fortuna materializada en forma de pandemia, te reencuentra con aquello de lo que has estado renegando durante más de 20 años, resulta que acabas realizando tu mejor obra desde “A Ghost Is Born (04). Y es que el camino estaba ahí, claro y meridiano, pero era tan obvio que, como autor, no podías hacerle caso. Ese espíritu artístico, transgresor y en constante búsqueda te lo impedía. Y, a nosotros, nos dejaba sin poder disfrutar de ese lado más primigenio, dile simple, pero puro y cristalino de tu música. Mientras tanto, los discos de Wilco se sucedían, y los que nos quedamos prendados de obras rotundas como “Being There” (96), “Summerteeth” (99) y, como no, “Yankee Hotel Foxtrot” (02) no perdíamos la esperanza, a la vez que fruncíamos el ceño por la influencia que Neils Cline ejercía en el legado de la banda. Y eso, a pesar de que al principio nos engañó como a chinos con esa maravilla, llamada “Impossible Germany”, que ya empezaba a quedar como hito al que asirse, muy lejos.

Wilco, aunque debería decir, Jeff Tweedy, acaban de editar un álbum de 21 canciones que suena a clásico por todas las costuras. Con una sonoridad tenue, a veces dulce (“All Across The Wolrd”, “Hearts Hard To Find”) otras incluso parca (The Empty Condor”, “The Universe”), pero sin florituras, añadidos ni zarandajas. El disco fue grabado al unísono por toda la banda en el estudio y se nota. Sobre todo porque se le ha dado importancia a crear un armazón alrededor de la personal, incluso por desafinada y rota (“Darkness Is Cheap”, “Falling Apart”), voz de Tweddy, dándole espacio para que respire, se reivindique y se explique. Todo juega entorno a él y a sus canciones, porque el respeto reverencial con el que su banda le trata, se adivina en cada una de las notas. Imagino la sensación que debieron sentir el fiel John Stirratt y compañía, cuando vieron que esta vez sí iban a jugar a favor del tema y no a deconstruirlo. Que esta vez podrían tejer un entramado instrumental que incluso les daría juego para el lucimiento (“Bird Without A Tail/Base Of My Skull” o esa coda de ocho minutos de duración llamada “Many Worlds” son dos buenos ejemplos de ello).

“Cruel Country” no alcanza el estatus de las mejores obras de Wilco, pero sí es lo más próximo que ha estado Jeff Tweedy de conseguirlo de nuevo desde hace la friolera de dos décadas. Un disco que va ganando enteros a cada escucha y que, a diferencia de sus últimas entregas, no va a caer en el olvido de una estantería ni tampoco requiere de un acto de fe, de todo un esfuerzo por parte del oyente para ser degustado. “Cruel Country” es una obra que actualiza el legado de The Band, Neil Young, Gram Parsons o Johnny Cash y eso es algo que estaba convencido, no volvería a afirmar en la reseña de un disco de Wilco. Así que solo por ese aroma tan clásico que desprende “Cruel Country” ya merece la pena. Además deja abierta la puerta a esa nostalgia que siempre nos asola a los que amamos el legado de la música de raíces estadounidense. Y es que en el fondo somos unos carcas.

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