Canciones sin pies ni cabeza que dan mil y una vueltas, opereta, los Sparks, “Bohemian Rapsody”, fiesta mayor, Pulp con pesadillas, Heart, la historia entera del pop con mayúsculas, raro, retorcido y, a pesar de todo esto junto, extrañamente pegadizo y fresco.
Todo lo que se diga es poco para definir a un grupo como The Fiery Furnaces. Igual que Deerhoof o Grimorio, cada una de sus canciones contiene tantas ideas, tantas idas y venidas, que uno solo puede marearse o rendirse a sus pies. Casi siempre las dos cosas. El quinto disco (sexto si contamos su brillante “Ep”) de los hermanos Friedberg sigue siendo un puzzle gigantesco que se monta sólo: no para de cambiar de dirección a la vez que mantiene la coherencia de los grupos que sólo se parecen a si mismos. No son normales y, sin embargo, en cada disco hay cientos de motivos para el regocijo: los cambios de ritmo repentinos de “Wicker Whatnots” y “The Philadelphia Grand Jury” (uno de los principios de disco más grandes que recuerdo) o canciones como “Ex-Guru”, “My Egyptian Grammar” o “Navy Nurse”, que empieza como un cruce imposible entre Led Zepelin y Devo y de repente se arranca con lo que parece un estribillo perdido del “Diferent Class” de Pulp. Perros verdes con más.
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